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Tahúr del Mississipi. Alfonso Guerra se quedaría muy corto si tuviera que acudir a esa ingeniosa figura con la que retrató a Adolfo Suárez si quisiera hacer lo propio con su correligionario Pedro Sánchez. A veces tiene uno la impresión de que el presidente del Gobierno se siente director de orquesta a quien todos siguen sin osar saltarse una nota los movimientos de su batuta. Es como si desde su aseada y sostenible atalaya, con esa vocación de vórtice de crecerse cuanto más violentas sean las olas del temporal, nos pusiera deberes al resto de sus compatriotas. En el caso concreto de los periodistas, parece que el tahúr del Manzanares, ese río absolutamente prescindible según la maldad de Sánchez Ferlosio en El Jarama, nos ha vendido y nosotros le compramos encantados la rocambolesca jugada que Abascal le va a obligar a Pablo Casado en la moción de censura contra Pedro Sánchez. El delantero centro no fue asesinado al atardecer, como titulaba su novela Vázquez Montalbán, sino que caía fulminado por un autogol. Toda la prensa, remen en una dirección o en la contraria, se ha estado preguntando de qué lado se pondría el líder del PP en la moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez. No sabíamos por quién se va a decantar Pablo Casado en el hemiciclo de San Jerónimo. Lo que es de sobra conocido es por quién se decantó hace ya casi un año Pedro Sánchez, pero eso no escandaliza a nadie. Nadie se pregunta por quién se va a decantar el presidente del Gobierno porque lo sabe todo el mundo. Ya dijo Pepe Guzmán que el que sabe sabe y el que no a poner cortinas. Es el escenario más feliz de los oficiantes del discurso oficial: la cantinela de la extrema derecha, a la que se supone que esta semana le van a dedicar todos los honores de la trompetería retórica y parlamentaria estos castelares de pacotilla que defienden los suspensos para pasar de curso.

A Pablo Casado le han puesto un sapo en el desayuno, pero en la Moncloa llevan comiendo batracios desde antes de las últimas Navidades. El resiliente que salió airoso y triunfante del sitio de Baler que le hicieron sus compañeros de partido, ave fénix del puño y la rosa, Felipito Tacatún de la paleoizquierda, quiere pasarle la censura a Pablo Casado en este tres en raya. Y los demás nos lo creemos. Se nos olvida que el líder del PP puede tener un desliz pasajero; lo de Sánchez e Iglesias es un romance en toda regla. La moción pasará; a este Gobierno sin pies ni cabeza todos los augures le pronostican larga vida. Es como el chiste de la fea y el borracho que se cruzan por la calle.

-¡Fea!

-¡Borracho!

-Pero a mí se me pasa.

Y después de salir por la puerta grande del hemiciclo de derrotar a las dos derechas al precio de una viajará al Vaticano a ver al Papa. A por atún y a ver al duque, como decían del de Medina Sidonia y las almadrabas. Después de lo de los jueces, sólo faltaría con tantas diócesis vacantes por jubilación de los pastores que le propusiera a Bergoglio licencia para nombrar obispos, como tuvo el mismísimo Franco, que vetó un viaje de Pablo VI a Santiago de Compostela cuando el pontífice italiano criticó esa prerrogativa.

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