Palomitas, hay que comprar muchas palomitas porque está a punto de salir el río en la campaña electoral. Una campaña en Sevilla sin propuestas sobre la calle ancha (¡han cantado línea con la expresión inevitable!) no es campaña ni . Seguro que en los últimos cuarenta años han leído alguna de estas proclamas: Sevilla tiene que volver a mirar al río, la ciudad no puede vivir de espaldas al río, los sevillanos tienen que contar con el río como una avenida más, el río es una ventana de oportunidad para el transporte intermodal, el río es el gran recurso desaprovechado, el río no puede ser usado solamente por los socios de los clubes privados... Blablablá. En la práctica el río sirve para que los poetas de la Semana Santa construyan las metáforas, para disfrutar de algún grado menos de calor tomando algo en los bares de la calle Betis en las noches de calor y moñas de jazmín, para dar un paseo en barquito al menos una vez en la vida y, por supuesto, para caminar por la margen izquierda en la lucha contra el colesterol mientras oyes plácidamente a Ángels Barceló, que hoy está en Murcia, y te adelantan como centellas Rosauro Varo, Javier Cossío, María Laffite, Jacobo Beca o cualquiera de esos sevillanos que podrían rodar la celebérrima escena de Carros de Fuego. Menos mal que siempre hay algún señor sedente que contempla los adelantos y ofrece sus ánimos como los que recibía Marco Pantani escalando el Alpe D’Huez: “¡Ahí, ahí , usted a su ritmo! A poquito a poco”. Gracias, señor. Pero las palomitas no nos las quita nadie. Que el río tiene que salir en la campaña como tiene que llover a cántaros. ¿Recuerdan cuando nos prometieron ir a la Feria en catamarán? Ah, el río también sirve para que hagamos el reportaje sobre la embarcación de Lipasam que recoge la basura que los sevillanos echamos en sus aguas. Menuda metáfora a la espera de un poeta de guardia.

El río Guadalquivir.

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