Álvaro Pastor Torres

La parroquia de San Miguel

El autor repasa la historia de este histórico templo sevillano con motivo de la festividad de San Miguel

29 de septiembre 2022 - 05:02

La feliz reposición al culto en la capilla de Jesús Nazareno de San Antonio Abad de la portentosa imagen del arcángel San Miguel, titular de la extinta parroquia del mismo nombre, nos va permitir hacer aquí un breve esbozo histórico y artístico de uno de los más desconocidos templos hispalenses, sentenciado y derribado en los movidos días de la revolución “gloriosa” de 1868. La Archicofradía de Jesús Nazareno ha tenido el acierto y la sensibilidad para patrocinar -en dos etapas y con la profesionalidad de Almudena Fernández y José Joaquín Fijo- la restauración de una escultura de Francisco Dionisio de Ribas que presidió la parroquial homónima tanto en su primigenio retablo barroco, realizado entre 1675 y 1679, como en el posterior neoclásico trazado por Juan de Astorga en 1829, algunos de cuyos elementos –desmembrados y trasladados- sirvieron días pasados para albergar la devota talla del Cautivo del Tiro de Línea mientras la Virgen de las Mercedes presidía el templo de Santa Genoveva.

Grabado sobre el inicio del derribo de San Miguel.
Grabado sobre el inicio del derribo de San Miguel. / M. G.

San Miguel fue una de las parroquias fernandinas erigidas tras la reconquista. Su fábrica se vio muy afectada por el terremoto de 1356 y su reconstrucción hizo que el profesor Angulo la englobara entre obras mudéjares de similar cronología como Omnium Sanctorum o San Esteban. Típica planta parroquial de cabecera poligonal, tres naves y tres puertas a la calle (plaza del Duque, Jesús del Gran Poder y Aponte), pero en este caso de cubiertas planas aterrazadas al modo de la trianera de Santa Ana. Templo céntrico (la manzana del Hotel América y el edifico de “los sindicatos”, que antes albergó el Teatro del Duque y La Vinícola) y de collación muy burguesa que fue atesorando a lo largo de su devenir obras artísticas de primer orden que tras la demolición se dispersaron por la archidiócesis. Allí se bautizaron Luis Daoiz o Félix González de León; se casaron Diego Velázquez y Juana Pacheco, y se enterraron el desdichado Martín Yáñez de Aponte (tesorero real decapitado por orden de don Pedro I), el erudito Rodrigo Caro o el pintor y tratadista Francisco Pacheco. También Américo Vespucio mandó que allí se le sepultara, pero toda la documentación sobre difuntos anterior a 1626 se la llevó la riada de ese año.

Lugar histórico de asiento temporal para numerosas cofradías, por allí recalaron durante el movido siglo XIX el Amor (1810), la Soledad (1811) y Pasión (1841), que compartieron capillas en la misma nave del evangelio, pero la gran devoción del barrio fue siempre la Virgen del Rosario, quepresidía la capilla sacramental, “capitana” de algunas flotas de Indias con las que había viajado al Nuevo Mundo, y era poseedora de un fastuoso inventario de joyas, ropajes y plata.

El rápido triunfo en Sevilla de la revolución de 1868 condenó irremediablemente a la parroquia de San Miguel, cuyo derribo comenzó a verificarse de inmediato, aunque no se terminaría hasta tres años después. De poco sirvieron las quejas de Francisco Mateos Gago, vocal de la Comisión Provincial de Monumentos. La piqueta dejó inutilizable el templo en pocos días. El anticlericalismo más los intereses urbanísticos especulativos se conjugaron a la perfección. Un lienzo de Francisco Peralta, un dibujo de Gumersindo Díaz y una fotografía tomada desde detrás del ábside documentan tal atentado artístico.

El arcángel San Miguel.
El arcángel San Miguel. / M. G.

La jurisdicción parroquial pasó por diversos templos hasta terminar, con el archivo y los sillones de lujo, en la Magdalena. La collación se repartió más tarde entre las parroquias circundantes y sus bienes acabaron diseminados en la capital (unos ciriales en la capilla real catedralicia o la Virgen de la Oliva reconvertida como de la Salud en el templo del mismo título), y en varios pueblos como La Algaba (un retablo) o Alcalá de Guadaira (una custodia). Muchas piezas se conservan en San Antonio Abab, primera sede tras la demolición, tanto en las dos naves del templo como en la casa-hermandad del Silencio, comenzando por la escultura del arcángel ahora repuesta. También llegaron de San Miguel las imágenes de San Cayetano y Santa Rita (muy veneradas hoy en el atrio), los altares de San Antonio y la Virgen del Carmen, el rico sagrario de plata, los lienzos de los Arcángeles, obras de Alonso Miguel de Tovar o el renombrado cobre flamenco con el Ecce-Homo. Y más lienzos, unos de discreta factura (“un santo con una muleta y otro con una lanza, de tres cuartas”) y otros de gran valía como el Camino al Calvario o el famoso tondo rafaelesco de la Madonna del Velo que está en el sotocoro, obra italiana del XVI de primer orden donada a la parroquia en 1761 por una hija de los condes de Lebrija.

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