Diez negritas.

Diez negritas. / M. G.

De repente la rata. Era el pleno de las tres leyes, mientras se votaba la marcha de Susana Díaz como senadora por designación autonómica. Había algo de drama en el escenario imponente de la vieja iglesia en las Cinco Llagas, con el telón cayendo sobre la ex presidenta, ya ex todo, también ex grandes sueños, que no dijo "volveré", como el general MacArthur, pero se diría que volverá. En su mirada, adonde no llegan las mascarillas que ocultan el rictus, había más furia que resignación. En esas estaba cuando llegó la rata y mandó parar.

El grito de la presidenta de la cámara tuvo hechuras alfredhitchcockianas, pero el drama derivó en astracanada más cerca del esperpento que del vodevil. Reuters titulaba que el roedor asustó a los legisladores andaluces, a los que se veía encaramarse en los escaños. Homérico. Moreno Bonilla se quedó en su sillón, haciéndose un Gutiérrez Mellado, sin asustarse, y después invitando amablemente a la rata a salir –algún colaborador suyo puso en Twitter una foto con el mensaje de "el espíritu de diálogo llevado al extremo"– aunque su gesto no era tanto el de Spinola ante Justino de Nassau en Breda sino el de José Tomás toreando al natural en La Maestranza. Claro que no es lo mismo Tejero con pistola que una rata con aspecto de haber salido de una tienda de mascotas más que de las cañerías.

Con la rata ha sucedido como en La peste de Albert Camus, que arranca con una rata muerta y al poco era de lo que "todo el mundo hablaba". Y la pregunta: ¿Cómo llegó allí la rata? Han surgido muchas dudas. Ya sería casualidad que irrumpiese precisamente en el adiós de Susana Díaz. "La rata no es mía", diría después Juan Espadas, en lo que sonaba a excusatio non petita, de no ser porque sí era petita. Y aunque algunos conmilitones señalaban a Vox, por cuya bancada apareció el ejemplar fallecido más rápido que Santiago Nasar, en política ya se sabe que lo peor te viene siempre de los tuyos. "En la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido" decía el inefable Giulio Andreotti, pero saqueando a Adenauer, quien había dicho antes que "hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido". Aquí Pío Cabanillas dejó su "¡cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!".

Desde luego, puestos a pensar en quién puso allí la rata, uno imagina fácilmente una ronda de sospechosos habituales, como en el peliculón de Kevin Spacey.La rata, ironizó Elías Bendodo, no es la especie más peligrosa del Parlamento. Desde luego son más peligrosos algunos oradores, incluso mortales. Eso sí, sólo faltaba que ahora se estile llevar animales simbólicos al Parlamento. Como ilustran los bestiarios medievales, a cada personalidad le cuadra un bicho: cuervos, víboras, hienas, cotorras, cucos para los engañabobos... Claro que quizá habría que recurrir también al Parque Jurásico, para tipos como Ignacio Camuñas. O sus pares en el otro lado del arco ideológico, donde Yolanda Díaz trata de marcar el paso al grito de ¡Todo por la matria! No es el caso de Toni Valero, reelegido coordinador de IU, un político con buenas hechuras. "Pongamos Andalucía en las coordenadas del país, de la izquierda", algo que a saber cuánto vende a la luz de las encuestas, y cuánto entusiasma a Espadas. Lo acompañaba Alberto Garzón, el Deseado, que hablaba de "los que siempre se han sentido cómodos en una Andalucía de privilegios y de rentismo". Si no Jurásico, sí del Mesozoico. A Garzón le persiguen sus viejos tuits sobre el problema de la factura de la luz, pero es algo que le sucede a medio Gobierno, mientras Teresa Ribera sigue hablando del asunto como si fuese un misterio de Cuarto Milenio que no les compete. En su caso, habría que llevar un avestruz, especie capaz de enterrar la cabeza a la que vienen mal dadas. Pero si se sigue con los animales, el Parlamento puede ser un reality show tipo Jumanji.

¿Qué animal le correspondería al ex ministro Ábalos, que ha pasado de ser el todopoderoso Ábalos a tener tiempo para quedar con Susana Díaz a intercambiar impresiones? Al menos de momento, porque el asunto Plus Ultra se está poniendo feo, y todo puede ser que acabe mal. Edmundo Bal también le pide su dimisión a María Jesús Montero, que dijo que es una empresa estratégica y que nadie viese fantasmas "porque, por si no lo saben, los fantasmas no existen". Ahora sobre el Gobierno hay más fantasmas que en la residencia de Mr. Scrooge. En Moncloa van a tener que crear un equipo de Cazafantasmas como aquel de Bill Murray, Dan Aykroyd, Sigourney Weaver, Rick Moranis y compañía. Eso sí, tienen de quien tirar.

El escándalo Plus Ultra ha sacado la mejor versión de Ciudadanos, con Garicano como ariete internacional: cuando Europa se prepara para enviar decenas de miles de millones, esa forma de repartir es peligrosamente inquietante (así lo cree Rutte, al que Arias Salgado, otro del Parque Jurásico, llamó "hijo de puta" en un acto del PP). Claro que Ciudadanos va cobrando un aire fantasmal. En Andalucía sale Sergio Romero –a Juan Marín se diría que le gustan los veranos para hacer crisis y liquidar rivales– de la portavocía en la que, según la escala de Ortega, era una jabalí pero con buenas corbatas. No es fácil que Ciudadanos vaya a remontar antes de las elecciones que, mientras ellos se desmoronan, Vox urge a convocar, como repica Manuel Gavira. Con socios así, quién necesita oposición.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios