Reinando en una mala decisión
Afirmábamos, con la mente bajo los efectos de la temperatura que acarrea cualquier postpartido, que lo del Sevilla-Mallorca fue una historia inexplicable. Y es que fue tan raro el curso del pleito que resultaba a esas horas como una película difícil de comprender. Ese alfa y omega como del rayo en que el Sevilla pasó de una cara estupenda a otra horrible era como un galimatías incomprensible, pero casi todo en la vida, incluso en el fútbol, tiene unas causalidades que descartan la casualidad.
Fue una película que venía condicionada por el chorreo de fútbol que fue el juego sevillista ante el Barça con ese querer más y más incontenible y, en muchas ocasiones, de efectos traicioneros. Y hubo un momento para una catarsis tan acentuada como la de ir del 1-0 al 1-3. Y la génesis estuvo en ese minuto 71 en que Almeyda tomó la sublime decisión de contrarrestar el gol de Muriqi con la apuesta por la calidad.
Cuatro minutos después del empate entraron de una vez Alexis, Januzaj y Adams. La ilusión por un cambio así duró un minuto, sólo un minuto. Una desaplicación defensiva facilitó el gol del recién salido Mateo Joseph que volcaba el marcador. El Sevilla había desvirtuado su esencia de grupo aguerrido que se deja la vida en cada balón dividido para convertirse en un equipo largo, descohesionado, que iba a permitir la desazón de una derrota tan inesperada. Y es que cuando se deja el ropaje de faena pasan estas cosas.
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