20-N de 2025: libertad con ira

Conmemoramos los 50 años de la muerte de Franco con indudable libertad, pero con un fondo de ira alimentada por el Gobierno con la excusa de la memoria histórica

Sánchez.
Sánchez.

20 de noviembre 2025 - 04:58

PERIDIS ha dicho que el día que murió Franco lloró de alegría. Mi madre también lloró, pero de pena. Además, hubo el que brindó con champán en algún club burgués y el que se agarró al rosario durante varios días. Un emocionado Rafael García Serrano, solo tres horas después de la noticia oficial, reaccionó como era habitual en él, a pecho descubierto, sin realizar los cálculos que ya hacían algunos: “Hoy podemos decir que la paz ha terminado”. Se equivocó, porque fue entonces cuando llegó la verdadera paz y se empezaron a cerrar las heridas de una Guerra Civil que el franquismo se encargó de mantener en carne viva. Igual que hoy Sánchez.

Esa nueva paz, que se estrenó con un Borbón que llegaba al trono de rebote y que apoyó un grupo de políticos azules y rojos que habían sabido evolucionar, tiene, para mí, uno de sus documentos esenciales en la alocución que don Claudio Sánchez Albornoz dio a los periodistas en Barajas cuando regresó de sus cuarenta años de exilio: “No tengo más que una palabra: paz. Nos hemos matado ya demasiado. Entendámonos poniendo todos de nuestra parte. [...] Y basta”. El que fuese presidente de la República en el exilio, que nunca se apeó de sus convicciones, no escatimó palabras de admiración y aliento a Juan Carlos I. Eran otros tiempos y otros hombres.

La paz se construyó entre todos en la llamada Transición, un proceso con altibajos y chapuzas en el que se cometieron errores de bulto (algunos, como la cuestión territorial, los seguimos sufriendo todavía de forma agravada), pero cuya valoración final no puede ser más que positiva. La Transición tuvo un himno oficioso que, como todos, tiene su ramalazo cursi, pero que también, como todos, supo enlazar con la sensibilidad y aspiraciones de un pueblo en un momento concreto de la historia. Me refiero, evidentemente, a Libertad sin ira, la canción de Jarcha que caló muy hondo en los españoles y que tuvo una segunda vida cuando el asesinato por ETA de Miguel Ángel Blanco y el posterior Espíritu de Ermua. Aún hoy la escuchamos con un pellizco de emoción por esa mezcla de ardor épico y susurro machadiano. Cincuenta años después, sin embargo, conmemoramos la muerte de Franco con indudable libertad (pese a las tentaciones autoritarias del sanchismo), aunque también con una ira instalada en todos los españoles que ha sido alimentada por el Gobierno pacientemente en los últimos años bajo la excusa de la memoria histórica. Ahora sí, querido Rafael García Serrano, la paz ha terminado.

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