La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez entra en los templos cuando quiere
El apelativo altozano del enclave trianero aparece en los anales históricos a comienzos de la Edad Moderna, refiriéndose a un lugar preeminente situado en la orilla derecha del Guadalquivir y a la entrada del arrabal tras el primitivo puente de barcas. Se localizaba junto al Castillo de San Jorge, en la confluencia de los caminos reales de Camas (c/ Castilla) y de San Juan de Aznalfarache (c/ San Jacinto). El ensanche o plazuela mantuvo una cruz en su centro hasta finales del siglo dieciocho, siendo sustituida por una pirámide cercada con rejas como homenaje a los combatientes caídos en la Guerra de la Independencia en defensa del castillo y del puente. La fortaleza sería derribada en 1825 tras quedar maltrecha en la lucha contra los invasores franceses, ocupando su espacio el actual mercado de abastos. Una torre-reloj y una capilla se levantan a la entrada del nuevo puente de Isabel II construido en 1845, las cuales serían demolidas años después y se erige en su lugar un torreón (El Faro) de la compañía naviera Sanlúcar-Mar, donde se ubica hoy un restaurante. También existen noticias de la existencia de una fuente a finales de la misma centuria, cuando el caserío circundante aún mantenía soportales. Décadas más tarde, Aníbal González traza la actual capillita del Carmen frente al torreón. El Altozano mantuvo siempre un bullicioso carácter de alegre mercadillo con quioscos y tenderetes donde se vendían objetos y alimentos de diversa índole; todo enmarcado por concurridas tabernas, bares y saraos que eran lugares habituales de encuentro de toreros, cantaores y gente variopinta de cualquier procedencia.
Algunos de los distintos ficus que se hallan en Sevilla fueron importados a comienzos del siglo veinte, como es el caso del antaño grandioso y hoy agonizante Ficus platyphylla que ha enaltecido desde 1913 el coqueto jardín de la iglesia trianera de San Jacinto, o bien determinados ejemplares de la misma especie plantados en esa época y que aún podemos admirar en los Jardines de Murillo. Otros fueron sembrados posteriormente en parques como el de María Luisa o en calles y plazas céntricas. Entre ellos, podemos destacar el elegante Ficus elastica–llamado vulgarmente árbol del caucho o gomero por la producción de estos compuestos gomosos en sus troncos– que se alza orgulloso desde 1972 entre espléndidos dragos junto a las artísticas figuras del trianero adoptivo Juan Belmonte y de una gitana cantaora en la Plaza del Altozano descrita en estas letras. Este bello ficus que preside el atrio secular de entrada a la mítica Triana presenta una altura de veintisiete metros y un diámetro de copa de treinta y uno. Un magnífico ejemplar inventariado en el Catálogo de Árboles Singulares de Sevilla que confiere a la histórica plaza sombra, vida y hermosura, ofreciéndonos cuando nos cobijamos bajo sus ramas unas maravillosas vistas del Gran Río que besa bajo sus raíces la emblemática Calle Betis y el romántico Paseo de Nuestra Señora de la O.
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