¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Barrios de papel

Nos presentan el futuro barrio del Pítamo como una utopía de verdor y tecnología. Luego vendrá la realidad

Cómo serían las Tres Mil Viviendas sobre el papel? Probablemente el proyecto que presentaron a la autoridad pertinente dibujaba un barrio de urbanismo racional, con pisos pequeños pero con todos los avances modernos (baño, cocina, ascensor…), parques y árboles, zonas comerciales y de juego para los niños, colegios… Al fin y al cabo era un "barrio de mucha esperanza", como lo definió Manuel Machuca, buen conocedor de la zona, la tierra prometida del confort urbano para quienes venían del infierno chabolista de La Corchuela o El Vacie. Pero todos conocemos la diferencia entre el deseo y la realidad, más cuando de urbanismo hablamos. El proyectista propone y las circunstancias (las condiciones sociolaborales, el vandalismo, la desidia municipal, los promotores, la mala fe de algunos vecinos…) disponen. Hoy, todos lo sabemos, las Tres Mil no se parecen en nada a ese conjunto de barrios que fueron utopía en los estudios de arquitectos e ingenieros. Por su parte, en el imaginario popular, Los Remedios son las antípodas de Las Tres Mil. Sin embargo, el barrio burgués también sufrió un notable desvío de su proyecto fundacional. Comparar los estándares de calidad urbanística y arquitectónica que se pensaron para este ensanche con el resultado final sólo nos lleva a la melancolía.

Estas reflexiones matutinas se nos vienen a la cabeza una vez leído el artículo de Manuel Ruesga, siempre al filo de la noticia urbanística, sobre el nuevo barrio que se va a construir en el Pítamo, al sur del Guadaíra. Como es habitual, sus impulsores lo pintan como el primo hermano de la Ciudad del Sol de Campanella, con profusión de esas ilustraciones que parecen para una novela de ciencia ficción, donde la arquitectura ultramoderna se mezcla con espesas zonas verdes y transeúntes en patinetes eléctricos. Lo veremos dentro de 25 años, si todavía estamos vivos.

Además de la retórica habitual (zonas para la innovación tecnológica, accesibilidad, sostenibilidad, etcétera), los ideólogos del proyecto nos presentan una especie de ciudad bosque (o dehesa, como sería más propio de estas latitudes), algo que se conseguirá gracias a la ampliación del Parque del Guadaíra. Y es inevitable recordar las imágenes de hace unos días en las que dicha zona verde aparecía como nevada por miles de bolsas de plástico y botellas vacías. Porque la realidad contraria a tanta ilustración bucólica es la de los barrios sucios, los alcorques vacíos, los parques vandalizados, las plazas duras abandonadas, los grafitis y los locales tapiados debido a su muerte lenta por la abundancia de grandes centros comerciales. Los barrios de papel nunca defraudan, los de verdad sí.

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