Será a la hora de comer cuando el bético se reencuentre con su equipo tras casi dos largos meses sin contacto. Es desde aquella tarde vallisoletana del 19 de julio, tres días después de que el rival de hoy se salvase en Heliópolis de la mano de Juan Ramón López Muñiz. Demasiado tiempo de sequía y se reaparece a una hora más propia de la colación principal del día que de jugar al fútbol y, menos aún, de tomar asiento en algún estadio.

Pero como la asistencia a los estadios ni está ni se le espera, la Liga bética recobra el ritmo a cencerros tapados y con un Betis que se ve como una incógnita que tiene en Manuel Pellegrini su punto de apoyo más creíble. Y no será porque se vea incapacitado el grupo para que el beticismo abandone su estado natural de pesimismo y cabreo. Las cosas son como son y la situación económica que provocan pandemia, reducción de ingresos televisivos y puertas cerradas es trágica.

Pero como al mal tiempo ningún antídoto mejor que la buena cara, así afronta Pellegrini la puesta en escena de su tropa. Por lo pronto se infiere de sus planes la instalación de una plataforma de jugones con Fekir, Canales y el incombustible Joaquín a ver si Borja Iglesias se reencuentra con el gol. Detrás se vuelve a defensa de cuatro y ojalá resulte y no haya que volver a los tres centrales, pues sería señal clara de que el sistema defensivo continúa demasiado vulnerable.

El debut es en Mendizorroza, un campo con buenos registros verdiblancos, pero en el que no regalan caramelos. Adiestrado por Pablo Machín, calificado que fue como un segundo H. H. cuando recaló en Nervión, el equipo vitoriano aparece como una inquietante incógnita. La Liga ya arrancó ayer y las cosas parece que van camino de la normalidad, nueva normalidad le llama el mandarinato y hoy debuta el fútbol según Sevilla; será mediante el Real Betis Balompié