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Luis Carlos Peris

Bueno en el mejor de los sentidos

ANTONIO HERMOSILLA MOLINA (1929-1999). Su vida fue Santa Cruz, el barrio y la hermandad, de la que fue hermano mayor · Fue pregonero y creó la sociedad Nicolás Monardes para médicos escritores

HOMBRE, en el buen sentido de la palabra, bueno, Antonio Hermosilla es uno de los últimos humanistas que vieron la luz en esta Sevilla a la que él amaba tanto. Era un hombre de esos que cualquier ciudad necesita. Con su entrega y su humanidad, con sus ganas de hacer el bien al prójimo y al próximo, era el amigo soñado, ese amigo ideal con el que uno podía apuntarse para cualquier aventura y que, desde la privilegiada posición que proporciona la Medicina, se erigía en compañero y socio indiscutiblemente providencial.

Antonio nacía en Sevilla el 24 de enero de 1929, justo cuando la ciudad le daba los últimos toques a una apuesta trascendental, la de la Exposición Iberoamericana. Nació Antonio en el barrio de Santa Cruz y puede decirse que su vida transcurriría por sus plazas y sus callejas, por un laberinto urbano que se constituiría en el escenario de toda una vida. Hermano desde siempre de la hermandad del barrio, Antonio tiene una vocación y la va a concretar en la Universidad de Sevilla estudiando Medicina.

Pero Antonio no limita su existencia a la Ciencia, sino que sus inquietudes se mueven con la misma intensidad por los terrenos de las Letras. Es asiduo al Ateneo desde muy joven y asistente con los oídos bien abiertos a las apasionantes tertulias que se desarrollan en El Cenicero y en El Tranvía, los dos espacios que se constituyen como un ágora donde se dilucida la vida de una ciudad que pasa por delante de una institución de la que con el tiempo será elemento providencial Antonio Hermosilla.

Es más, el Ateneo era utilizado por Antonio como lugar de estudio y en la Biblioteca de la Docta Casa pasaba horas y horas sumergido en los libros de Medicina. La carrera la solventaría con brillantez, con mucha brillantez. Se doctoró en Medicina y Cirugía con Premio Extraordinario, pero la intensa y rica de un hombre dedicado a los demás no había hecho más que empezar. Antonio estaba llamado para grandes cotas en una vida plena de dedicación para hacer el bien de la manera más desinteresada y altruista.

Su consulta estaba siempre abierta para el necesitado, pero también sacaba tiempo para dedicárselo a su queridísima hermandad de su barrio de Santa Cruz y llega a ser su hermano mayor en 1972, justo un año después de que disertara desde el atril del Lope de Vega para pregonar la Semana Santa de Sevilla. Ese pregón sería el 28 de abril y fue presentado por Jesús García Díaz, concejal de Fiestas Mayores. Como no podía ser de otra manera, Antonio pidió que sonase la marcha más emblemática de su hermandad, Misericordias Señor para mis Dolores en la apertura para que, como se habitual, se cerrase el acto con Amarguras, el himno tácito de nuestra Semana Santa.

Profundamente religioso, el pregón de Antonio llevaba un mensaje que aunaba ilustración y fe, la creencia profunda con el adobo del conocimiento. De Hecho, Antonio ha sido un prolífico escritor y tiene cinco títulos que obtuvieron un reconocimiento considerable en la sociedad sevillana. La Pasión de Cristo vista por un médico, un estudio médico, histórico y artístico de la Pasión de Cristo según la imaginería sevillana, quizá sea el libro que tuvo más repercusión. Otros libros con la firma de Antonio Hermosilla fueron Memorias de un niño cofrade, Sevilla inventada, Cien años de Medicina sevillana y Epidemia de fiebre amarilla en Sevilla el año 1980.

Hermano mayor de Santa Cruz, pregonero de Sevilla, Rey Gaspar en la Cabalgata de 1978, autor de bastante predicamento entre médicos y cofrades, Antonio Hermosilla funda una sociedad de médicos escritores con el nombre de Nicolás Monardes, ilustre médico, escritor y botánico sevillano en el siglo XVI. La vida de Antonio discurría entre el ambulatorio de Marqués de Paradas, la clínica de San Juan de Dios, su consulta en Guzmán el Bueno y, por si fuera poco, era elegido presidente del Ateneo, su segunda casa, en septiembre de 1996.

Ya en el Ateneo, con José Carlos Campos Camacho de vicepresidente y el tesorero Diego Lencina de brazo derecho, acometió una empresa que muchos vieron como una locura, irse de calle Tetuán y comprar la casona que Emvisesa tenía en Orfila. Una operación de 240 millones de pesetas que facilitaría en gran medida Isidoro Beneroso desde su puesto preeminente en El Monte y mediante una hipoteca que Antonio no podría firmar porque la muerte se adelantó al acto de la rúbrica en veinticuatro horas.

La muerte de Antonio no puede tener un marco más en consonancia con lo que había sido su vida. La noche del 17 de noviembre de 1999 y cuando se disponía a moderar un coloquio en San Lorenzo sobre el escultor Antonio Castillo Lastrucci se le rompió el corazón. Dos años antes, justo el 5 de enero, cuando la Cabalgata estaba por las calles de Sevilla, se le declaró un coma urémico y a partir hubo de someterse a periódicas diálisis que le fueron mermando las facultades hasta provocarle serios desajustes vasculares. El Ateneo tenía previsto abrir el curso al día siguiente con una conferencia de Esperanza Aguirre que jamás se pronunciaría y a título póstumo se le distinguiría con la Medalla de Oro de la Docta Casa, su segunda casa.

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