Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Casos y cosas en el segundo verano de pandemia

Presentaciones virtuales de fichajes, canteranos rentables y casi 50.000 socios en la casa bética

Quién iba a poder imaginar que los fichajes del verano fueran a presentarse a cencerros tapados, en ruedas de prensa virtuales, cada aficionado en su casa y, por supuesto, Dios en las de todos. La verdad es que poquitos son los fichajes de este segundo verano de pandemia, pero lo que toda la vida fue un acto propagandístico en busca de un provechoso proselitismo ahora se ha convertido en un acto rutinario sin apenas difusión.

Y así las cosas, a pesar de ser así las cosas, ya hay cerca de 50.000 béticos con el carné diligenciado. Aunque archisabido qué importante es el potencial del beticismo, llegar a esa cifra a casi un mes del inicio tiene carácter de milagro mientras desde el club se airea que como no haya venta, imposible la compra. Y creo que mientras más se propale esa especie que desvela la insuficiencia de recursos más complicado será vender algo que alivie y, a la vez, no merme el plantel.

Es como aquel que quería vender el caballo pero aireando el rosario de taras del equino. Así le iba a ser imposible hacer caja con el noble bruto y así de complicado va a ser recomponer la caja sin menoscabo del equipo. Y al otro lado de la ciudad, una operación que se vende como muy ventajosa, pero que hiere la sensibilidad de ciertos, muchos, aficionados. Es la fuga de otro talento criado a los pechos de la carretera de Utrera, con lo que se confirma el papel de la cantera.

Ocurre que en el Sevilla todo se admite bajo el inmenso paraguas de Monchi. Esto del inmenso paraguas no es de creación propia, claro que no, pero es real como la vida misma. Y así discurre el verano segundo de pandemia, con fichajes escasos y presentados en la más absoluta clandestinidad, lo que no es óbice para que en las oficinas de Heliópolis no den abasto y se traguen sapos como que Mandi diga que si te llama el Villarreal no se le puede decir que no. La vida misma.

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