Estando como estamos en el limbo de lo políticamente correcto se llega a la conclusión de que aviado va el que por un momento se salga de esos cauces. ¿Cuántas veces habrá de pedir perdón Antonio Adán por su cántico tras el derbi? Un cántico ciertamente grosero y del que quien podría estar más señalada es su novia, pero que se produjo en un ámbito absolutamente privado y que iría a desvelar una especie de enemigo presuntamente amigo.

A partir de ahí, la Santa Inquisición, nuevamente de moda coincidiendo con el estreno de esa magistral obra llamada La Peste, intenta caer de lleno sobre el cogote del portero del Betis. De nada sirve que el hombre haya pedido perdón cienes y cienes de veces, pero que de nada. Un sanedrín especializado en vigilar sin éxito asuntos más graves y cercanos lo ha puesto en su punto de mira en aras de la erradicación del terrible machismo y de no sé cuántos delitos más.

Por lo visto, la salida de tono de Adán ha sido la primera que se produce en la resaca de un Sevilla-Betis. Aquí no se ha movido un varal hasta que el portero del Betis se ha dejado llevar por un rapto de euforia mal entendida. Aquí, en esta Sevilla nuestra, nunca había pasado zafiedad alguna, de ahí que un grupo de accionistas del club sevillista haya decidido mandar a la hoguera al portero del Betis. ¿Buscando las buenas formas? Vamos, venga ya, las buenas formas...

Las intenciones de ese grupo de sevillistas no parecen ir encaminadas a una regulación de la buena conducta. ¿Serían tan inquisidores contra el portero de, por ejemplo, el Eibar tras haber éste pedido perdón? Quítense las caretas y reconozcan que el hecho de que el desafortunado cantante sea el portero del Real Betis Balompié es lo que induce a esta gente a que el linchamiento no se quede sólo en el intento. Y es que parece que aquí todo ha sido siempre modélico.