La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Clientes de bares de Sevilla... mirando a la pared

Piden la cerveza, la tapa y se mantienen un rato en soledad mirando a un rincón del establecimiento Se busca amigo con balcón... y aseo La Muy Agradora ciudad de Sevilla

Cervezas.

Cervezas. / M. G. (Sevilla)

Es curioso. Tenemos más que analizados los cambios que la pandemia ha provocado en los usos sociales. Hacemos colas en las tabernas de forma absurda, evitamos dar la paz con el apretón de manos en misa, guardamos de forma espontánea la distancia en las escaleras mecánicas de El Corte Inglés, pedimos reserva para el restaurante, el podólogo y el peluquero, bebemos directamente de la botella de agua y prescindimos del vaso... Y ha aumentado descaradamente el perfil del cliente que llega a la taberna en soledad y se pasa el rato mirando... a la pared de enfrente. Solo hay que fijarse. Un empresario de la hostelería se refiere a ellos como "clientes del izado de la bandera", porque se pasan el tiempo mirando hacia arriba, a un punto desconocido del establecimiento. ¿Misántropos? ¿Son gente que aprecia la soledad? ¿Están solos por obligación? Sabrá cada cuál las razones, pero es cierto que ese tipo de clientes que antes eran tenidos por borrachines no molestos, son ahora personas que simplemente prefieren estar solos, señores que tal vez se han acostumbrado a estarlo y no quieren aguantar barrilas ajenas en este tiempo de egoísmo en el que se habla más que se escucha. La verdad es que se comprende.

Se izan muchas banderas a las que mirar cada día en los bares en este tiempo de crispación, posturas extremas y exaltación del yo. Hay demasiado cliente solitario en compañía si acaso de un teléfono móvil y de una cerveza de consumo dilatado. A lo mejor es que con tanta mesa y tanto turista quedan pocas barras en las que acodarse y se han concentrado los lobos solitarios en los mismos sitios. En la Sevilla de los 80, 90 y principios de siglo eran más bien nocturnos. Y tenían como santuario el bar de don José Yebra en la calle Boteros, un señor que el otro día recibió el justo homenaje del premio Juas, concedido por prestigiosos hermanos de la Sagrada Cena (tres pasos) como el dilecto Álvaro Enríquez

Ayer mismo en el Cateca vimos junto a Pepe Pérez Benítez a varios clientes de "izado de bandera". En esta sociedad se habla poco, se grita mucho. Y los bares son el mejor reflejo. Al menos estos clientes están en silencio, no molestan a nadie, respetan y son respetados. Y el tabernero, por cierto, es de los pocos que mantiene la alta calidad del noble oficio. Acabaremos todos mirando a la pared, mirando el "izado de bandera" y yendo de vez en cuando a esos retretes donde se produce el segundo milagro del año. Entrar, cerrar la puerta y después salir. El primero es la salida de la Carretería desde su recoleta y hermosa capilla. 

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