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Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Coño (con perdón)

El uso de la palabrota por Casado es un síntoma más de la degradación formal del Congreso de los Diputados

El maestro Raúl del Pozo lo explicó ayer en su sección radiofónica ¡Viva el vino!: el vocablo coño viene de la palabrota latina cunnus, lo que de alguna manera le da una cierta respetabilidad. También nos informó de que el que quizás es el taco más común en la lengua española no logró entrar en el Diccionario de la Real Academia hasta que Camilo José Cela se empeñó en acabar con los remilgos de tan docta institución. Pero pese a su prosapia latina, este taco no fue ni mucho menos el preferido de los españoles en tiempos pretéritos. Un oficial de Napoleón que estuvo expoliando Sevilla apuntó en sus papeles, después de acudir a una corrida de toros, que la palabra omnipresente era otra bien diferente, aunque absolutamente complementaria: carajo. ¿Evolución heteropatriarcal del exabrupto? Es posible. Ahí lo dejamos para las estudiosas/os de la cosa de género.

Anda un poco molesta la opinión pública con el coño que soltó Pablo Casado el otro día en el Congreso de los Diputados, emulando aquel otro que Sánchez usó junto a un Ebro crecido y despiadado en el pasado. Nosotros compartimos la inquietud. El taco, ya se sabe, es como el ajo o el comino, hay que saberlo usar con precisión y oportunidad. Tan ridículo es decir cáspita cuando uno se autoinflinge un martillazo en el dedo gordo como grosero e inapropiado exclamar coño en el hemiciclo donde reside la soberanía nacional, que es algo así como un templo civil (y me perdonan la cursilería decimonónica y algo masona). Pero no debemos ver la palabrota del desnortado líder popular como una anécdota, sino como un ejemplo más de la degradación de las Cortes, no sólo en el plano intelectual, sino sobre todo en el formal y protocolario. Para que exista calidad en el debate se deben sumar muchos factores: inteligencia, cultura, ironía y conocimiento de las técnicas oratorias, pero también elegancia en las maneras e, incluso, el vestir... Nuestras señorías cada vez suman menos de estos puntos y el Congreso se asemeja ya a un Starbucks lleno de chicos en camiseta e inanidad.

Es evidente que Casado se equivocó al usar la palabra coño. Le faltó al respeto al presidente del Gobierno, a la Cámara y al conjunto de los españoles. Sin embargo, peores fueron otras situaciones relacionadas con la vulva. Recuerden ustedes aquella procesión del coño insumiso con el que un grupo de feministas hicieron escarnio de la religiosidad popular andaluza, paseando un amenazante chumino-ninot bajo el arco de la Macarena. Semejante sandez acabó en los tribunales y la izquierda la acogió como una de sus causas. Aquello, como dijeron los jueces, no fue delito, pero sí algo peor: una grosería y, sobre todo, una falta de respeto a centenares de miles de ciudadanos. No se entiende cómo coño se permiten ahora censurar los excesos verbales del señor Casado.

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