FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

La tribuna

Manuel A. González Fustegueras

¿Convergencia de izquierdas, para qué?

AUNQUE la llamen "unidad popular", "ahora en común" o "candidatura unitaria", lo cierto y verdad es que de lo que se trata, y a lo que se refieren todas estas expresiones, es a la posible convergencia de la izquierda que va más allá de la descafeinada socialdemocracia actual. Pero es que izquierda es un término, en la actualidad, de difusa definición. De siempre ha estado asociada a las luchas de emancipación, por la igualdad y la solidaridad, y ha tenido siempre como objetivo final la erradicación de la injusticia, la defensa de lo público y el mayor bienestar de todos. Hoy por hoy, izquierdas hay muchas, empeñadas en diferenciarse, y enfrentarse, en cómo han concebido sus alternativas, qué métodos han aplicado, cómo han desarrollado su lucha, y cuán radicalmente se han opuesto al sistema establecido. Pero, en la medida en que comparten el rechazo al rumbo político instituido en el país, por injusto, y el objetivo de transformarlo, puede considerarse que estas diversas izquierdas forman parte de un campo político común, enfrentado a los que defienden el régimen imperante y pretenden conservarlo. Dentro de "la izquierda" incluyo también a aquellos movimientos sociales que, con suficiente participación y continuidad, y con un nivel mínimo de organización permanente, tienen como objetivo la transformación profunda del sistema dominante.

¿Es posible y es deseable en estos momentos la convergencia de la izquierda política y social en un frente amplio? ¿Bajo qué condiciones? ¿Para qué?

Visto lo visto, a cualquier seguidor de alguna de estas izquierdas le puede parecer indiscutible. La experiencia de estos años de crisis lo prueba. Para cambiar el rumbo de las políticas y transformar las instituciones parece patente la necesidad de unir todas las fuerzas que se oponen a la imposición de unas soluciones injustas y de actuar en todos los ámbitos: en las calles, con la mayor presión popular, y en las instituciones, ocupando centros de poder institucional: ayuntamientos, parlamentos, gobiernos, etc.

Si puede suponerse el acuerdo sobre la necesidad de una unidad estratégica de la izquierda política y social en la coyuntura actual, el desacuerdo aparece siempre respecto a las condiciones bajo las que tal unidad sería posible. Y por ello, se plantea siempre como cuestión fundamental, es la principal materia del debate: el acuerdo sobre sus objetivos. Es lógico. En este punto hay quienes limitan la perspectiva -y, consecuentemente, los objetivos- a la próxima coyuntura electoral, y también quienes quieren dejar fuera de la estrategia común las cuestiones electorales; y, por supuesto, quienes se sitúan en una perspectiva en la que los procesos electorales sean únicamente un eslabón, y también quienes piensan que no son posibles transformaciones profundas sin una participación efectiva de la gente en las decisiones políticas, y por último, los que opinan que los cambios en los procedimientos democráticos de la política no resuelven por sí solos los problemas de la desigualdad o de la explotación económica.

Pero mientras las élites, los diligentes dirigentes (o las dirigidas asambleas), discuten de estas cosas, o de otras tan peregrinas como quien manda en las siglas o la pugna por los liderazgos -lo que, paradójicamente, está conduciendo a una mayor fragmentación-, todos los que sienten la urgencia de cambios profundos en las políticas actuales, y quienes, de distintas formas, están luchando por ello, desesperan; y ello porque son conscientes "del para qué". De que el objetivo central no es más que uno: la necesidad de un profundo cambio de las políticas que han conducido a nuestra sociedad a los mayores índices de desigualdad desde la instauración de la democracia en este país. Y que ese objetivo no basta con reclamarlo a gritos: en una sociedad democrática sólo es posible lograrlo en las elecciones. Y claro que sí, la derrota electoral de las tesis que nos gobiernan, por supuesto, no es condición suficiente; ni mucho menos, resuelve los problemas, pero todo parece indicar que es condición necesaria para intentar su resolución.

¿Vale la pena la convergencia? ¿Para qué? Ustedes mismos.

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