La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Objetivo, el Rey
Suelo escuchar las tertulias de actualidad que proliferan en nuestros medios audiovisuales y, de un tiempo a esta parte, vengo observando –con algo más que preocupación, todo sea dicho– las veces que son interrumpidas las tertulianas, por sus colegas varones. No sé si lo habrán observado, pero son numerosas las veces que se producen. Un hecho que se repite, de igual modo, en coloquios, mesas redondas, comités de dirección, consejos de administración y hasta en encuentros informales, doy fe de ello. Pero lo peor no es que una gran parte de los hombres interrumpen o corten a sus contertulias-mujeres, en una muestra más del persistente ninguneo histórico, sino que la mayoría de ellos no son conscientes de que lo hacen y – lo más grande– piensan que somos nosotras las que les interrumpimos constantemente y no les dejamos hablar. Pues miren ustedes por dónde, diversas investigaciones vienen a decir justo lo contrario. Uno de los últimos en corroborarlo ha sido mi colega, Dan Lyons, quien en su libro Cállate. El poder de mantener la boca cerrada en un mundo de ruido incesante (Ed. Capitán Swing), confirma, no solo que los hombres hablan más de la cuenta de forma constante y regular, sino que –y esto es lo grave– el hecho ha llegado a normalizarse. Y, mientras tanto, las mujeres aguantando la fama de parlanchinas y cotorras que nos otorgan desde los tiempos de Eva. Mas de un alto directivo ha llegado a expresar, cuenta Lyons, que no quería a mujeres en su comité de dirección porque hacían que se alargaran las reuniones… por lo mucho que hablaban. La inconsistencia de estas afirmaciones es más que notoria y los hechos vienen a evidenciar justo lo contrario: que, para cotorros, ellos. Hace ya tiempo que las mujeres venimos denunciando el falso feminismo que exhiben muchos hombres, en especial aquellos que ocupan puestos de responsabilidad, quienes obligados por lo políticamente correcto, abrazan las batallas por la igualdad y la no discriminación cual fervientes conversos, pero en cuanto se descuidan les sale el “mansplanning” por los poros ( la RAE acepta este neologismo anglófono para referirse a la “explicación dada por un varón a una mujer en tono condescendiente, presuponiendo de forma injustificada desconocimiento de la cuestión por parte de esta”) Dicho en corto: que se creen que solo ellos tienen algo de interés que decir y lo que opinemos las mujeres, se las trae floja. Precisamente por eso nos interrumpen y nos cortan. Por eso no paran de cotorrear, más que nosotras. Así que, señoras: a parar, templar, y mandar callar. Que ya toca.
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