La Cruzcampo de los Osborne

Era una empresa familiar de la cerveza. Con la muerte de Enrique Osborne Isasi termina el linaje de una época

Para muchas generaciones de sevillanos, la Cruzcampo era la empresa de cervezas de la familia Osborne. Si en El Puerto de Santa María el apellido Osborne suena a bodegas de fino y brandy, en Sevilla evoca la cerveza de la tierra y mucho más. Porque era una de las esencias de la ciudad, un símbolo excepcional, al tener la fábrica junto al antiguo humilladero de la Cruz del Campo. Ahí, con aquel vía crucis, empezó todo; y después llegó la Semana Santa. Y allí, en 1904, fundó Roberto Osborne la empresa familiar que empezó a fabricar cerveza. Por eso, con la muerte de Enrique Osborne Isasi, termina el linaje de una época.

Al hablar de la familia Osborne y de la Cruzcampo, en las últimas décadas del siglo pasado, se asociaba directamente a los hermanos Osborne Isasi (o Ysasi), Eduardo y Enrique, cada cual con sus características, pero con un bagaje positivo en común. Los dos eran personas de trato cordial y amable, buenos conversadores, cultos, sensatos y muy educados. Características no tan abundantes en cierta clase dirigente local, con tendencia a ir de estirados por la vida. Para nada fue el caso de los hermanos Osborne. Además, Pachi Bores, esposa de Eduardo, y Loli Halcón de la Lastra, esposa de Enrique, les ayudaron mucho con sus valores y su cercanía. Los matrimonios Osborne eran pack de dos, indisolubles, como el sacramento.

Eduardo fue, además, el primer presidente de la Fundación Cruzcampo. Con la fundación, esta marca cervecera sevillanizó aún más su imagen. Enrique, desde que Cruzcampo fue vendida a Guinness y después a Heineken, estaba al margen de la gestión empresarial. Vivía en una particular reserva activa, en la que nunca dejó de ejercer como sevillano cabal, en Proyecto Hombre, y también como uno de esos cofrades de pata negra, a los que siempre se debe consultar el recto camino.

Enrique fue pregonero de la Semana Santa en 1983, en tiempos de Luis Uruñuela como alcalde y José Luis Ortiz Nuevo en Fiestas, cuando la Semana Santa hacía su transición, con José Sánchez Dubé ejerciendo a lo Adolfo Suárez, para la gestión del asunto. Entonces no había IVA para nada. A Enrique se le notaba el porte señorial en su pertenencia a la Quinta Angustia, el Silencio y la Sacramental del Sagrario, que presidió. Una trilogía que se comenta por sí misma. Pero Enrique, como Eduardo, era mucho, muchísimo, de los Panaderos, y especialmente de su Virgen de Regla. Ella lo habrá recibido, con la cruz de San Andrés que supo llevar en sus últimos tiempos, al despedirse de una Sevilla que quizá ya no se parece tanto a la suya.

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