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Elecciones (o erecciones)

No duda uno de que el plúmbeo perfil de Sanz quizá sea el embozo de un estupendo gestor

El peatón ya se topa por la calle con los primeros reclamos de los candidatos a alcalde para las municipales. Hemos visto ya el cartel electoral de Miguel Ángel Aumesquet (Ciudadanos). El entrecano postulante promete que con él habrá menos política y más gestión. Del profeta Ezequiel a los naipes del Tarot, todo vaticinio apunta a su extinción. Lo único que tendrá que gestionar el candidato será la recogida de bártulos de su grupo municipal en simbólicas cajas de cartón. Quienes hemos votado y seguiremos votando a Ciudadanos hasta la victoria final (permítanme el delirio revolucionario con un buen puro habanero), nos quedará al menos el divertido consuelo de los Carolina Durante y su paródica canción, Cayetano, dedicada en parte al votante naranja, donde antaño cabían el repijo de Tres Cantos, el moderado estiloso o el centrista radical como oxímoron perfecto. El ensueño del centrismo político en España se halla en Yugoslavia, allí donde todo se desmiembra.

No hemos visto aún el cartel del socialista Antonio Muñoz. Tampoco el de Cristina Peláez (Vox), ni el de Sandra Heredia (Adelante Andalucía), ni el de Susana Hornillo (Podemos-IU). Sí nos hemos topado con la imagen del candidato popular José Luis Sanz, ex regidor de Tomares. Entre el amarillo albero y letras color rojo sangre de toro (rabioso dadaísmo), el anodino perfil del candidato aparece junto al mensaje "Un proyecto llamado Sevilla". Desde el añorado Manuel del Valle no veíamos a un alcaldable que suscitara semejante plétora de ilusiones compartidas entre los aborígenes sevillanos. Cuando uno escucha a Sanz en los medios aprecia un timbre de voz bajo y monocorde, que es el que quisiéramos para el austero prelado que tenga a bien dirigir nuestras exequias. Si Muñoz arrastra el lastre de Sánchez, el candidato Sanz arrastra el fardo de Juan Ignacio Zoido (el que fuera el alcalde más votado de la democracia en 2011). Es el mismo que dilapidó la herencia a los cuatro años, para acabar como diputado gratificado y olvidable ministro del Interior en la égida de Rajoy. Las elecciones provocan inevitables erecciones en los candidatos varones. Todo son promesas y oblaciones. Recuerdan las promesas de Sanz a las que en su día pregonó Zoido tras patearse Sevilla desde su cardo máximo hasta el último recodo. Sanz está haciendo igual a la par que anuncia su mágica poción (Sevilla Aparca, Sevilla Acelera, Sevilla abierta al Mundo, etcétera).

No duda uno de que su plúmbeo perfil quizá sea el embozo de un estupendo gestor. Pero tras la marca PP asoma el inquietante trampantojo de Zoido.

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