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Moreno Bonilla ha subrayado que no hay dos gobiernos. Dime de lo que presumes… La primera debilidad del Gobierno efectivamente es la sospecha de que sí hay dos. No se le puede aplicar al presidente la regla de excusatio non petita, acusatio manifesta porque Susana Díaz les había acusado de ser dos gobiernos paralelos hurgando, desde Antequera, en esa herida. Y con razón. Que Ciudadanos convocara un acto mientras Moreno daba a conocer el gabinete no puede entenderse como una torpe descortesía, sino como mensaje bien claro de autonomía operativa.

Cs se tomaba así una pequeña venganza por el desaire del presidente YanomellaméisJuanma Moreno en el discurso de investidura, con guiños sobre todo a Vox y altas dosis de personalismo. Su posterior brindis de pareja bien avenida con Marín en Fitur parece diseñado por un spin doctor inquieto al detectar la primera verdadera debilidad: esa sombra de ser dos gobiernos más que un Gobierno bipartito. "Con el número dos nace la pena", escribió el poeta, porque toda pareja está destinada al desengaño. Ya se verá, sobre todo al aproximarse la cita electoral de primavera, lo que provoca en el Gobierno ese número dos...

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Susana Díaz ha fijado en Antequera la línea argumental de la oposición para las primeras ofensivas, quizá no cuestionando la gestión durante los cien días de cortesía, pero sí la estructura institucional. El imaginario de los dos gobiernos es potente, y además acertó a darle plasticidad al hablar de un Gobierno en el ala oeste y otro en el ala este de San Telmo. Susana Díaz no era un "animal político de primera", como decían los dirigentes de la oposición, y ahora un juguete roto. Tiene, como dicen los cronistas del box, pegada. Y parece claro que, ante la derecha desacomplejada, va dispuesta a hacer una oposición sin complejos.

"¿Cómo no iba yo a venir a Fitur?" dijo en su paseo de masas por el Pabellón 5 de la Feria. Parecía a punto de rematar la frase añadiendo "¿Cómo no iba yo a venir a Fitur? Si Andalucía soy yo…". En Antequera ya dijo a los suyos que "somos los más votados, somos la representación de todos los andaluces". Le cuesta aceptar que son el 27%, una minoría. En todo caso, Susana Díaz sabe que ese frente de batalla ahora es su problema menor. Las amenazas para ella no están en el Parlamento, sino en Ferraz. "Con un PSOE unido dentro y fuera de Andalucía somos más fuertes" dijo al viento. No parece que eso vaya a convencer al sanchismo, cuyas tropas y quintacolumnistas velan armas esperando sangre.

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Vox ha acreditado su capacidad de marcar agenda. De otra manera sería impensable un escandalito a cuenta de un artículo de opinión de una profesora escrito bizarramente años atrás criticando la Semana Santa. Si ahora es consejera, pues vale; pero es una antigua opinión perfectamente legítima. El episodio, en fin, ha sido triplemente ridículo: por hacer un drama de ese artículo; por el tono ofendido de Vox pidiendo su reprobación; y por las disculpas de la consejera.

O cuadruplemente ridículo, porque además la izquierda, en lugar enfrentarse a la polémica inquisitorial enfatizando la triste influencia de la carcunda de Vox para poner los focos en semejante nadería, ha optado por echar su parte de leña al fuego de la pira. Susana Díaz: "Yo soy cofrade, y lo soy de los pies a la cabeza, por eso me encantan las cofradías y la Semana Santa de mi tierra…". ¿Qué idea tendrá de sus votantes?

En fin, ahí queda eso. Y la portavoz adjunta de Adelante Andalucía también contra la consejera de Igualdad: "Es clasista y desprecia al pueblo". Más madera. De lo sucedido, con ser todo ridículo, la peor parte son las disculpas ñoñas de la consejera. Eso ha bastado para que la primera batalla, sin necesidad de ir más allá, la haya ganado Vox. A ver si al final no hay dos gobiernos… sino 3 en 1, como la Santísima Trinidad.

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