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José Antonio Griñán, en su comparecencia ante el juez en el juicio de los ERE

José Antonio Griñán, en su comparecencia ante el juez en el juicio de los ERE / Efe

Indulto

Si Griñán hubiese entrado en prisión, para seguir allí el tratamiento de radioterapia una vez conocida su enfermedad, estaría consumado el relato del indulto que él tanto esperaba. ¿Quién cuestionaría que al ex presidente andaluz, enfermo de cáncer ya cerca de los ochenta, se le indultase para que siguiera en casa el tratamiento? Se hubiera discutido poco o nada. Así se habría soslayado, además, el agravio comparativo con los demás compañeros en prisión no indultados. Pero cuando la Audiencia dictó las órdenes de ingreso en prisión, apareció el certificado de la enfermedad mientras sus compañeros entraban en las cárceles, y ahora Griñán genera empatía, pero también genera dudas. Que la Fiscalía reclame más informes médicos y se interese por la capacidad de la prisión de Sevilla para atender enfermos, apunta a una falta de motivación suficiente en la forense. Hay más de quinientas citas oncológicas cada año en cárceles de España. En la Fiscalía Anticorrupción saben que se exponen al descrédito de la hemeroteca por los antecedentes, aunque no sean simétricos, caso de Zaplana al que denegaron cuatro veces salir a tratarse la leucemia y recibía la quimio con traslados de la Guardia Civil.

Paradójicamente Griñán retrasa la cárcel pero pierde un relato incuestionable para su indulto, y seguramente le perseguirá la sombra de haber tenido un trato privilegiado. Tal vez en los cálculos de su equipo legal esté llegar hasta las próximas elecciones de otoño, persuadidos de que después lo indultará el próximo Gobierno, cualquiera que sea el signo de ese Gobierno. Pero de momento la sombra de los ERE no va a quedar bajo llave.

Nota bene.- El PSOE insiste en una “cacería” del PP, aunque el PP ha apoyado que no entre en prisión. Juanma Moreno fue muy empático en su declaración recordando la enfermedad y muerte de su padre a esa edad. Extrañamente la respuesta de Mario Jiménez al presidente andaluz fue muy avinagrada: “Falso. La fatalidad les ha estropeado su estrategia ruin y miserable”, recuperando la idea de la “cacería” para terminar acusándolo de hipocresía y maldad. La apuesta del PSOE por presentar los ERE no como un megafraude, sino una cacería, no es difícil sino imposible. Y utilizar la enfermedad de Griñán no mejora eso. Quizá, antes que el tacticismo electoralista, podrían haber tenido algún gesto con los ya encarcelados.

Marea

Después de Madrid, con el pulso de Ayuso, las mareas blancas amenazan con desbordarse por todo el país. La tensión en la sanidad, tras la pandemia, ha colapsado considerablemente: faltan especialistas, tiempo por paciente y financiación. La tensión aflora con intensidad desigual: Cataluña sigue a Madrid. No es cuestión de siglas, aunque la izquierda haya intentado vender que esto va del PP contra la sanidad pública. Hay protestas en Aragón, Comunidad Valenciana, Navarra, Extremadura, todas socialistas. ¿Y en Andalucía? Vienen curvas. De momento esta semana hubo una primera tentativa del Sindicato Médico de escaso eco. Sin embargo, la sombra está ahí y los sindicatos vuelven a la carga. La izquierda confía en que prenda el incendio. En víspera de las elecciones, ya persiguieron el estallido pero no cuajó y, de hecho, el PP tuvo mayoría absoluta. Sin embargo, el sistema sufre tensiones y debilidades, sobre todo en la atención primaria, y la chispa, con focos en todo el país, puede saltar. Al presidente andaluz esta semana se le veía contrariado, argumentando que su Gobierno está haciendo una apuesta sin precedente en décadas: 14.000 millones, más del 7% del PIB, mejoras retributivas, condiciones más estables, inversión de +40% en atención primaria... y aunque no haya varitas mágicas, la conclusión de Juanma Moreno es que aquí no sería coherente ante el cambio espectacular respecto a la herencia en 2018. Pero la lógica no funciona si el servicio no acaba de funcionar. Por ahora casi les protege más la demagogia de la oposición pasándose de frenada, con un evidente abismo entre la realidad y sus acusaciones de ¡vendidos a la privada!, que otra cosa. Pero la chispa puede saltar.

Agua

El trasvase del Tajo a la huerta del levante reabre la guerra del agua en un país que sacrificó la lógica nacional al ceder los socialistas ante los nacionalistas al llegar al poder en 2004. El Gobierno cambia ahora el statu quo, y esta semana hubo manifestación en Madrid. La Comunidad Valenciana y la Región de Murcia marchaban juntas, y también Andalucía, cuyo levante almeriense se ve muy afectado. Con el Gobierno de Ximo Puig, el barón socialista valenciano, estaba Carlos Mazón, presidente del PP valenciano. Con el gobierno de Murcia de López Miras, barón del PP, estaba el secretario del PSOE de Murcia, José Vélez, que también adelantó su presencia “por coherencia” para estar con los regantes y agricultores. Como señaló Carmen Crespo, allí no estaba el líder de los socialistas andaluces, Juan Espadas. Un error quizá por su conversión al sanchismo, en víspera de que Sánchez volviera a Sevilla para abrir la precampaña como ya abrió el curso. Es su alcaldía más importante. Pero Espadas debería mirar más allá, y desde luego más allá de su propia red.

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