La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
Este presidente del Gobierno es lo peor que le ha pasado a España en mucho tiempo, con cifras insoportables en todos los campos y con el prestigio de nuestro país por los suelos. Sólo hay un culpable, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, y sólo unas elecciones pueden resolver el problema del descrédito galopante. Por salvarse de la quema, Sánchez se ha deshecho de ministros, como si no fuera de dominio público que un ministro no toma ninguna iniciativa que no esté respaldada, o inducida, por el presidente. Han caído Calvo, Laya y Ábalos, y ahora está en juego el futuro de Robles y de la directora del CNI. Por no hablar del daño reputacional a un Bolaños que el lunes ofreció una patética rueda de prensa que abrió nuevas incógnitas sobre cómo funciona este Gobierno. Si no fuera porque los filoterroristas, independentistas y populistas de extrema izquierda le dan su apoyo, Sánchez habría caído hace mucho tiempo. Pero como el apoyo no es incondicional, sino que tiene precio, Sánchez ha tomado decisiones que han llenado de vergüenza a la mayoría de los españoles, han provocado el estupor, cuando no el escándalo, de las más importantes autoridades europeas y, por supuesto, ha provocado ser tratado de forma gélida por un Biden al que no gusta que su país sea despreciado por parte del Gobierno español.
Ahora Sánchez pone en cuestión el prestigio del CNI. Las consecuencias de esa actitud son letales para España, porque se reducirán, o se acabarán, las relaciones de confianza con los servicios de Información más potentes. Nunca Sánchez ha tenido vara alta en Bruselas, la alianza con Podemos provocaba absoluta desconfianza. Pero esta última peripecia, además de hacer un daño irreparable a España, colocará aún más abajo la influencia que podría tener nuestro jefe del Gobierno. No cumple hoy ninguno de los requisitos de un gobernante: asumir las responsabilidades de su equipo, investigar cualquier asunto envenenado con todas sus consecuencias, y no poner en marcha el ventilador para que sean otros los que parezcan culpables de los desaguisados.
Porque, para desgracia de Sánchez, se aclarará lo que ha ocurrido con el espionaje, y no es lo peor que los teléfonos del presidente y de la ministra de Defensa hayan sido intervenidos. Siendo asunto grave, y se sabrá más pronto que tarde cómo se produjeron los hechos, es más grave todavía que se haya dado tanta publicidad a unos hechos que otros gobernantes han procurado ocultar, poniendo en marcha investigaciones discretas para preservar el trabajo de sus servicios de inteligencia.
Esto no acaba aquí. Continuará.
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