Florido mayo

Se acababan las fiestas de primavera. Sin la Semana Santa y sin la Feria, llegaba la otra Feria: la del Libro

Algunos pensarán: este le ha plagiado el título a Alfonso Grosso, autor de una novela, Florido mayo, exitosa, pero que en 2020 no sé si se la publicarían. Esto lo anoto como recuerdo al escritor (fallecido hace 25 años), al que conocí, pero no en Sevilla, sino en Madrid, donde triunfó en los años setenta. Y también porque estamos en los días de la Feria del Libro, que se debía inaugurar ayer en Sevilla, según lo previsto antes del coronavirus. La generación actual ha ninguneado a Grosso (igual que otros lo olvidaron en sus últimos años de vida), quizá porque hemos retornado a tiempos más simples. En la Transición, Alfonso Grosso se encumbró en el podio de los grandes escritores de España, cuando parecía que había un certamen para ver quién escribía más barroco, aunque otros lo entendieron como más ilegible. Así surgió el Saúl ante Samuel, de Juan Benet, algo inenarrable. A su modo, el Florido mayo, de Alfonso Grosso, inició una etapa.

Esa novela se publicó en 1973, todavía con Franco vivo, y ganó el premio Alfaguara. Entonces dijeron que Grosso había convertido a Sevilla en un personaje, como hizo James Joyce con Dublín. Sin embargo, aquí nunca se consideró ese libro a la altura de la tetralogía: Divagando por la ciudad de la gracia, de José María Izquierdo; Sevilla en los labios, de Joaquín Romero Murube; La ciudad, de Manuel Chaves Nogales; ni mucho menos de Ocnos, de Luis Cernuda, un escritor exilado, pero que tuvo (y tiene) la habilidad de gustar a todos, más allá de los colores. A Alfonso Grosso le ha superado el nombre y el apellido, por coincidir con el pintor, costumbrista y tradicional, muy sevillano. A este Alfonso Grosso, el escritor, no se le puede considerar un profeta en su tierra, y hoy en día ya no lo lee nadie, porque obliga a un esfuerzo.

El florido mayo es muy sevillano. En estos tiempos del coronavirus no se puede ir con flores a María (otra novela de Grosso), porque han cerrado las iglesias, aunque ya quedan dos días para que las abran. El florido mayo, en Sevilla, se relacionaba con la Virgen de la Salud, de San Isidoro, y con otras procesiones de gloria, asimismo suspendidas. Y era el tiempo en el que se acababan las fiestas de primavera. Sin la Semana Santa y sin la Feria, llegaba la otra Feria: la de Libro. Con el Rocío en el horizonte, y con el Corpus como flor eucarística de un solo día. La gente ya miraba hacia las playas de Huelva y Cádiz.

Los domingos del florido mayo, cuando el calor superaba los 30 grados, eran tristes. El centro de Sevilla se quedaba vacío. Sin embargo, el pasado domingo había un mogollón de gente. Parecían locos escapados del manicomio, según se decía antes, cuando mayo era florido y hermoso.

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