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El Fraile

LA primera muerte de Paco Algora, como el Fraile de Curro Jiménez, conmovió al gran público de la transición que allá por el 76 confiaba en el Robin Hood de Sierra Morena para que nos salvara de los opresores. Como la serie comenzó a rodarse con Franco aún muy vivo al principio los malos sólo podían ser los extranjeros, los franceses. Después ya pudieron aparecer los caciques y sus sicarios, sutiles traslaciones del franquismo que incorporaron el guionista Antonio Larreta y directores como Rovira Beleta, Mario Camus o santa Pilar Miró.

Algora se marchó en la etapa francesa. El actor de la voz resquebrajada y de apariencia ruda se hartó de montar a caballo con la capucha y el trabuco y exigió marcharse de la Sierra, que se le amontonaban los proyectos cinematográficos. Se decidió así quitar por las bravas al bonachón del Fraile, al que en un capítulo sobre un enfrentamiento contra una banda rival (Carambola a tres bandas) al pobre de Algora lo abatieron de un trabucazo. Curro, sumo sacerdote, intenso, daba a besar el crucifijo que llevaba al cuello este religioso ficticio, ácrata y satirón. Aquello que ahora sería una anécdota tonta de Juego de Tronos sorprendió de verdad porque entonces en las series, españolas o americanas, era impensable que falleciera un protagonista (años después nos costó varios lustros reponernos de Chanquete). Algora y su Fraile, a su manera, innovaron en la ficción televisiva. Morirse, aunque fuera de mentira, daba miedo.

El actor de adopción vejeriega, siempre sincero e iracundo, pertenece a esa memoria juvenil de cuando cualquier aleteo de mariposa en la pantalla de casa originaba un terremoto en el bar, las tertulias de escalera y los patios de colegio.

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