La lluvia en Sevilla

Frente de Liberación del Espacio Público

Dan ganas de formar una guerrilla pacífica dedicada a evidenciar la privatización del espacio público

En lo tocante a cobrar a la señora de Rute que quiere visitar el azulejo de su provincia en la Plaza de España, me sitúo en el bando –pelín conspiranoico– de quienes piensan que soltar tamaño disparate no ha sido un error táctico, sino una argucia para marcar la agenda y abrir debate, a ver si cuela, donde no lo hay: el espacio público, como su propio nombre indica, es público. Esto no es opinable. Su uso y paso no puede ser restringido por criterios ni intereses privados, ni intencionalmente por reserva gubernamental. Vamos de culo cuando perdemos (o nos dejamos robar por quienes usan en vano los términos seguridad, orden, limpieza…) la referencia e importancia de lo público y lo común. Algunos ya la tienen totalmente perdida, tanto que, en el nombre y salvaguarda de lo público, pretenden que lo público deje de serlo. La buena noticia es que, en nuestra sociedad, el truco no cuela. O no todavía. O no del todo.

Este asunto me lleva a pensar en los asedios menos estrafalarios (sutiles, temporales, cotidianos…) de nuestras calles y plazas, que hemos ido aceptando con mansedumbre. Como en las pelis en las que el malo avanza a base de mover un poquito cada noche la garita, también en la vida real las gentes de a pie nos estamos quedando pegadas a la pared. Sobran los ejemplos: la prórroga a la ampliación de las terrazas por el covid se nos va a acabar juntando con la siguiente pandemia; o los megapollos y cuchipandas (Icónica o una galita privada en plena plaza de San Francisco…) en los que se cierra el espacio público para el provecho de una empresa o particular. ¡Y allá van los alcaldes a retratarse, literalmente! Me falta página para enumerar tanta invasión y usurpación del espacio público.

Así las cosas, dan ganas de formar el Frente de Liberación del Espacio Público (FLEP), una suerte de guerrilla pacífica y descuidera, compuesta por ciudadanas y ciudadanos dignos y decentes que saltan los maceteros de las terrazas, se cuelan en bambito en la pasarela de Dior, mueven de sitio los coches en segunda fila, intervienen artísticamente las vallas quitavistas que convierten el centro en Semana Santa en un pay per view. Recuerde el alma dormida cuando los vecinos plantificaron sus mesas camilla en lo ancho de la Alameda para protestar contra la falta de mobiliario urbano y la ocupación hostelera. O cuando una plataforma ciudadana recuperó para uso comunitario un solar público cerrado a cal y canto en González Cuadrado y lo convirtió en un jardín. El verano que, en Cañaveral de León, fui a bañarme en la piscina abierta que tienen en su plaza, las propias vecinas me instaron a que me recogiera el pelo, para así cuidar la depuradora municipal. Tomé nota: no hay mejor manera de velar por lo público que hacer de todos lo que es de todos. ¡Viva el FLEP!

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