La Fresquita de Pepe

La pieza fundamental son los propietarios y saber mantener una idea a base de trabajo

Quiero unirme a los merecidos comentarios y elogios sobre la taberna La Fresquita de Mateos Gago y sus tres décadas de existencia. Un bar de amigos y parroquianos que nos sentimos a gusto allí. ¿Por qué es especial? No es el único bar de ambiente cofrade, aunque este lo es sin amaneramientos ni exageraciones. Hay otros bares en los que la barra sigue siendo esencial para no olvidar como se comparte el espacio con conocidos y recién llegados. Hay otros sitios en Sevilla, no muchos, donde tomar una caña de cerveza bien tirada, con la espuma densa, que nos cuenta, entre otras cosas, que el vaso ha sido lavado y bien enjuagado y con el sabor franco y ligeramente amargo, imposible de conseguir sin un serpentín limpio y sin residuos. Hay otros sitios (bueno, cada vez menos) donde poder tomar una tapa, sin complicaciones, en concha blanca o en cazuelita o un sencillo montadito. Pero todos esos pocos sitios del centro y de los barrios sevillanos que reúnen estas cualidades no tienen a Pepe, alrededor del cual gira el atractivo del lugar, que además de su indudable saber hacer ha sabido convertirnos en parroquianos desde la segunda visita, que saluda por nuestro nombre y en el que es fácil sentirse cómodo. Donde se puede compartir un rato con amigos, conocidos y familia (para nuestros hijos es una visita imprescindible cuando están en Sevilla). Y donde poder añorar ocasiones especiales como los guisos del mediodía del veinticuatro de diciembre o las veces que Pepe nos convoca.

Saber hacer, saber estar, saber del oficio y saber la medida de las cosas. Porque el indudable éxito de la fórmula de la Fresquita y de Pepe, parece sencillo, pero no debe serlo. Se adaptaron a los pocos medios y acertaron y se han adaptado igual de bien o mejor al éxito y a las mejoras de los tiempos y de los medios de que disponen. Ahora que estamos en momentos de dudas sobre nuestros valores tradicionales y la pérdida de identidad que supone el cierre de comercios de toda la vida, pensemos que la pieza fundamental son los propietarios y saber mantener una idea a base de trabajo y constancia, y parece que no cuesta esfuerzo porque es auténtica y eso depende de las personas. A veces los negocios no superan el cambio generacional, ni de los propietarios ni de los clientes, y otras sí. No basta el nombre, ni el servicio ni el local. Es algo más. Y aunque por supuesto es una imagen subjetiva, lo vemos una y otra vez. Juan y el Rincón de Juan de Felipe II. Carlos del Don Carlos de General Polavieja. Pedro de En la espero te esquina de Corral del Rey. Antonio y Carlos de la Bodeguita Romero. Ángel del Tres de Oros y tantos otros como la familiar y excelente cocina y trato del Bar Dueñas. Cómo olvidar a los hermanos Rocío y Antonio del Sol y Sombra y otros profesionales por toda Sevilla que desde detrás de una barra ponen cara al buen servicio. Esos pequeños milagros se dan de vez en cuando y no los podemos exigir sino disfrutar, como en La Fresquita de la calle Mateos Gago.

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