Fútbol en rosa

El seguimiento del aficionado de a pie al fútbol femenino no supera el propio de los equipos filiales

La otra noche, el locutor de uno de esos programas cualquiera de deportes que pueblan las noches de la radio animaba a los somnolientos oyentes a acudir al aeropuerto Adolfo Suárez (el Barajas de toda la vida) a recibir a las chicas de la selección española de fútbol después de su paso por el mundial femenino tras perder con Estados Unidos en octavos de final. Los titulares grandilocuentes de los medios explotaban con frases como "haciendo historia" o "puerta grande", como si estuviésemos ante una nueva gesta deportiva.

No seré yo quien le quite ningún mérito a nuestras deportistas, ni tenga mucho interés en nadar contra corriente, pero tampoco hay que ser de la liga católica ni votante de Vox para intuir un cierto tufillo a politiquería políticamente correcta en este querer meternos el fútbol femenino hasta en la sopa, con evidente apoyo mediático y financiero, cuando, que yo sepa, el seguimiento del aficionado de a pie no supera el propio de los equipos filiales, o a veces ni eso. Aun así, no hay día en que cualquier comentarista sabihondo de los muchos que hay nos recuerde el repetido punto de inflexión, e incluso alguno se atreva a pronosticar un creciente auge en contraposición al mercantilizado fútbol profesional.

El principal escollo para que eso ocurra, creo, está en la propia concepción de fútbol como fenómeno colectivo de masas, que trasciende a su condición de mero deporte para invadir los terrenos de lo sentimental e identitario. La identificación del aficionado con su equipo de siempre tiene unas connotaciones casi tribales que incluso lo empujan a comportamientos vehementes, a veces colindantes con lo agresivo o incluso violento. Aunque se quiera mantener lo contrario y tanto Valdano cursi nos hable de escuela de vida y otras pamplinas, el fútbol no se entiende sin la prosaica, sin el insulto, sin la tangana… algo muy alejado de esos valores deportivos universales que sí pueden encajar mejor en la modalidad femenina, en la línea de otros deportes como el fútbol-sala o el mismo baloncesto.

Con todo, larga vida al futbol femenino, y más cuando nos hemos enterado de que el Madrid también se ha sumado a la fiesta, lo que en cierta manera garantiza el seguimiento informativo a todas horas. Aunque, bien pensado, conmigo que no cuenten demasiado. Lo único que nos faltaba ya era meternos el domingo en la cama con un doble disgusto en el cuerpo.

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