Calle Rioja

Francisco Correal

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Hablando de Balzac en la calle Baños

Tributo. En el primer aniversario de la muerte de Javier Marías, réquiem anticipado por una librería donde se cata la mejor literatura con un librero incondicional del escritor fallecido en 2022

Escaparate de la librería Balzac, en la esquina de Baños con Miguel Cid.

Escaparate de la librería Balzac, en la esquina de Baños con Miguel Cid. / Juan Carlos Vázquez

Muchas veces hablé con Benito Moreno de esta novela de Balzac, ‘Los chuanes’. El título es la onomatopeya de las lechuzas mediante el que se comunicaban los bretones que se enfrentaban al ejército de Napoleón. Un día de la semana pasada iba paseando por la calle Baños para comprar fruta en Faustino. Valió la pena, porque el melón de La Solana, en el corazón de la Mancha, que me dieron salió magnífico. En la esquina de Baños con Miguel Cid escuché una breve conversación. Una mujer, con bolsas de la compra (puede que de Faustino o de Mariscos González) decía Berta Isla, a lo que su joven interlocutor le respondía: Tomás Nevinson. Me volví atrapado por esas palabras y vi que la conversación mediante estas contraseñas transcurría en la puerta de una pequeña librería con el nombre de Balzac.

Se me vino esa novela de la que tantas veces hablé con Benito Moreno, un sevillano ‘aburrido’ que fue profesor en la Bretaña francesa, y también la imponente estatua del escritor Honoré de Balzac (1799-1850) en el Museo de Bellas Artes en la antológica que hace años hubo de Rodin. Berta Isla y Tomás Nevinson eran pareja y residentes en Madrid, en la jerga del concurso ‘Un, dos, tres’. Daban título a las dos últimas novelas de Javier Marías (1951-2022), de cuya muerte se cumple hoy el primer aniversario.

El 11-S es aniversario de muchas cosas: un año sin Marías; los diez años de mi sobrino Javier, hijo de mi ahijado Mario, hermano de mi ahijada Marta; los 22 años del atentado contra las Torres Gemelas que aparece en alguna de las novelas de Marías; los cincuenta años del golpe sangriento de Augusto Pinochet en Chile de cuyos estertores Costa-Gavras rodó una película maravillosa, ‘Missing’; y también 309 años del episodio que generó la Diada de Cataluña el 11 de septiembre de 1714, una pugna entre opciones dinásticas convertida en pulso entre territorios. Javier Marías cumplía años el mismo día que mi madre. Cuando nació el escritor, ella cumplía 18 primorosas primaveras trabajando en la panadería de mi abuelo en la Mancha de los melones de Faustino.

Mi tributo particular es que hoy empezaré a leer ‘Corazón tan blanco’. El libro me acompaña desde hace treinta años. Lo terminó de escribir en octubre de 1991, el año que mi madre fue abuela por primera vez. Conservo el impreso de la librería Antonio Machado (Álvarez Quintero, 5) con la fotografía del poeta. Es de lo poco que me falta por leer de su producción, ese mundo donde vuelven los espías, las citas de Shakespeare, el enciclopedismo de Francisco Rico y una ración de bravas.

El propio Marías, madridista irredento, hacía metaliteratura con esa novela titulando ‘Corazones tan blancos’ uno de los relatos de su libro ‘Salvajes y sentimentales’ (‘Letras de fútbol’), en cuya portada aparecen cromos de Gento, Puskas, DiStéfano, Canario, Didí y el propio Javier Marías de niño. En ese texto se refiere a las dos Ligas seguidas que el Madrid perdió en Tenerife, contra el equipo de Valdano, en la última jornada de los años 92 y 93. “Nuestros corazones no serían tan blancos”, escribe en dicho texto, “si no mantuviéramos un rasgo de chulería (‘Madrid es saber meterse las manos en los bolsillos mejor que nadie’, decía el colchonero García Hortelano parafraseando a Ramón Gómez de la Serna”). ‘Corazón tan blanco’ se lo dedicaba Marías a dos mujeres, Julia Altares, guionista de televisión y amiga suya, y a “Lola Manera, de La Habana, in memoriam”. Manera era el segundo apellido de su madre, escritora, alumna de Ortega y Dámaso Alonso, traductora y esposa del filósofo Julián Marías. Javier era el cuarto de sus cinco varones. Los cinco que tuvo mi madre, la que cumplía años el mismo día que el escritor. La librería Balzac abrió el 27 de febrero de este año y ha puesto parte de su arsenal de libros en liquidación porque cerrará el 30 de septiembre. Siete meses de ilusión. “Es más importante leer que vender libros”, dice Enrique, uno de los socios de la librería, que cita a Borges cuando se mostraba más agradecido “a lo que había leído que a lo que había escrito”. En la esquina de Baños con Miguel Cid se veían a precio de saldo best-seller de John Grisham, Ken Follett o Dominique Lapierre o rarezas como ‘El crepúsculo de las ideologías’, de Gonzalo Fernández de la Mora. Yo me llevé ‘El cielo protector’, de Paul Bowles.

El estado de alarma me cogió leyendo ‘Las ilusiones perdidas’ de Balzac. Para vencer esa psicosis de anacoreta, hice una gincana literaria con las cinco biografías de escritores de Stefan Zweig: Tolstoi, Dostoievski, Dickens, Stendhal y Balzac. Éste no escribe como los demás, dice Zweig, “para hacer dinero, para divertir, para llenar las estanterías, para ser el tema de los bulevares”. ‘Las ilusiones perdidas’ está lleno de perlas sobre el oficio de periodista. En ese libro, en plena pandemia, aprendí que Mascarilla era un personaje de las comedias de Molière. Tengo señalado que lo acabé el Domingo de Resurrección de 2020, 12 de abril, el mismo día que terminé ‘Tontos de capirote’, de Paco Robles. Hablando de Javier Marías en la librería Balzac, entre la frutería de Faustino y la sede regional del PSOE, la que fuera casa del arquitecto Galnares Sagastizábal en la calle San Vicente. En las dos últimas novelas de Javier Marías hay sendas referencias a Balzac. El hilo conductor de una es la guerra de las Malvinas, el de la otra los atentados de Eta y su abyección moral.

En ‘Berta Isla’, Tupra, el jefe del protagonista, habla de una novelita de Balzac, ‘El Coronel Chabert’, una historia de ficción, a diferencia del rigor histórico de ‘El regreso de Martin Guerre’, una historia que fue llevada al cine con Gerard Depardieu y se presentó en los años ochenta en el Festival de Cine de Sevilla. En ‘Tomás Nevinson’, que transcurre en una ciudad mediana “con catedral y con río”, con el asesinato de Miguel Ángel Blanco como punto de inflexión de la trama, el protagonista se refiere a una compañera de los servicios secretos en estos términos: “Las mujeres hace mucho que no son como las de las novelas de Jane Austen. Ni siquiera como las de Balzac”.

Balzac nace el 20 de mayo de 1799. Cumplía años el mismo día que Casillas y que mi hermano Blas. Cuando tiene cinco años, Napoleón se convierte en emperador de Francia. Cuando cumple seis, el almirante Nelson derrota a la flota francesa y española en la batalla de Trafalgar. En 1815, Napoleón es derrotado en Waterloo y en 1829 Balzac publica ‘Los chuanes’, primera novela que firma con su nombre. Y con el apellido que permanecerá en esta librería de la calle Baños hasta el 30 de septiembre. Javier Marías, conocedor de los entresijos de Oxford, murió tres días después que la reina de Inglaterra. Su Graciosa Majestad expiró en Escocia, donde el Madrid, el equipo de Marías, acababa de derrotar al Celtic de Glasgow.

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