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Hablemos de Santa Justa

La propuesta municipal no recoge la voluntad de hacer ciudad desde las grandes actuaciones

Pocas veces en la historia de una ciudad un edificio, desde el mismo día de su inauguración, concita la unánime aprobación de todos, público, instituciones y profesionales, como ha ocurrido en Sevilla con la estación de Santa Justa. Quizás la Plaza de España sea el ejemplo por excelencia, al que se une en la historia la gran terminal ferroviaria. Ambas obras son de arquitectos sevillanos que han sabido tocar el alma de la ciudad en estos trabajos.

Su belleza arquitectónica procede de su estricta funcionalidad, que la vincula a la arquitectura clásica y a la vez expresa con claridad un modelo de estación ferroviaria término, como la mejor imagen de la puerta de llegada a una ciudad, desde el triunfo del ferrocarril como medio de transporte en el siglo XIX y hasta nuestros días. Son numerosos los premios y distinciones que reúne Santa Justa, pero por encima de todos ellos ha adquirido con los años un valor simbólico, al representar tanto la modernización de Sevilla para la Expo 92 como por estar unida al tren de alta velocidad y gracias a su interconexión de larga y media distancia y cercanías, es la primera imagen de la ciudad que numerosos visitantes, turistas, forasteros, gentes de negocios y viajeros en general perciben al llegar y aún más en el futuro inmediato, con la necesaria e imprescindible conexión con el aeropuerto de San Pablo y las paradas de tranvía y Metro.

La Gerencia de Urbanismo está tramitando un plan de reforma interior que afecta directamente tanto a la estación como a su entorno urbano inmediato. Varias instituciones y asociaciones de la ciudad, con el Colegio de Arquitectos al frente, han presentado objeciones a dicho plan y esperan que sean atendidas y den pie a un proceso de dialogo y participación, modélico y eficaz, que esté a la altura y singularidad de la ocasión. Porque existe un alto riesgo de que se desvirtúe una edificación que representó un gran acierto y que lo convirtió en una de las arquitecturas más representativas del cambio del siglo XX al siglo XXI en la ciudad de Sevilla, como en su día supuso la mencionada Plaza de España en el paso del siglo XIX al siglo XX.

La propuesta municipal no recoge ese simbolismo y la voluntad de hacer ciudad desde las grandes actuaciones, como fue la estación en su momento y como podría serlo de nuevo. No hay espacio en estas líneas para detallar los problemas del plan propuesto, pero baste decir que está falto de la ambición y oportunidad que sí tuvieron Santa Justa, la Expo 92 y todas las obras conexas, Torneo, Rondas, etc. Esperemos que la Gerencia abra el necesario proceso de reconsideración del planeamiento presentado y encabece un debate amplio. Y que un gran edificio como el de la estación de Santa Justa sea una vez más el que marque la oportunidad de crear para nuestra ciudad un horizonte de mejoras y no un cierre de la puerta más clara que se abrió al futuro en Sevilla desde 1992.

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