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Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Hermanos de España

Los mismos que llevan años practicando la demagogia y la corrupción se escandalizan ahora de la victoria de Meloni

Meloni se hace un selfie con sus seguidores.

Meloni se hace un selfie con sus seguidores. / DS

LO que más nos gusta de Georgina Meloni es el nombre de su partido: Fratelli d’Itali (Hermanos de Italia), que como ya todo el mundo sabe viene del himno nacional de Italia. Tiene un timbre operístico, mitad evangélico y mitad masón, y sólo escucharlo dan ganas de cabalgar junto a la caballería piamontesa o cargar a la bayoneta con las camisas rojas de Garibaldi. Los italianos saben mejor que nadie moverse en la delgada línea que separa lo sublime de lo grotesco, incluso para bautizar un partido. Sólo un pueblo como este pudo concebir los uniformes de los Carabinieri, la policía más elegante del mundo. Ya que no les queda más remedio que defender el orden, lo hacen con donosura, lo cual es de agradecer.

Alfonso Ussía dijo una vez que los dos únicos pueblos europeos que tenían sentido del humor eran el inglés y el italiano, los mismos que han ejecutado las últimas y sonadas pedorretas a la sacrosanta Bruselas, nueva capital del imperio. Y algo de chiste tiene la victoria de Meloni, de tomadura de pelo a ese familiar un poco subido de autoestima que se cree en la obligación de estar llamándonos continuamente la atención. Resulta inevitable –al menos para el arribafirmante– sentir simpatía por aquella que se atreve a contrariar las machaconas consignas de los principales centros de decisión políticos, culturales y mediáticos. Más cuando esas mismas centrales llevan décadas (y ahora hablo de España) abusando de la demagogia electoral, la corrupción, el nepotismo, el engaño a los ciudadanos, la prevaricación y un largo etcétera. Llámenme posfascista, populista o mamón, pero ya basta de que nos sigan engañando los mismos de siempre. Ahora les toca el turno a otros.

El nombre de Fratelli d’Itali nos gusta, decíamos, porque nos remite a la gran revolución que queda pendiente en España, la de la hermandad. Somos conscientes de la excesiva sonoridad de esta palabra, de su teatralidad e, incluso, de su falsedad. Pero también de que en España llevan muchos años queriéndonos separar, azuzando las diferencias regionales construyendo pequeñas identidades (ni el PP ni el PSOE son ajenos a este proceso), o enfrentándonos en ese territorio ensangrentado que es nuestro pasado histórico. Yo me apuntaría a un partido llamado Hermanos de España, uno que admitiese distintas genealogías políticas e históricas en pos de la fraternidad. También le cambiaría el uniforme a la Guardia Civil y la Policía. Últimamente parece que van en chándal.

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