Ladran, luego cabalgamos es una frase que los que no han leído El Quijote la atribuyen a dicha obra. Y en este tiempo de confinamiento y de crujir de dientes, cualquier excusa es buena para el ladrido. El de hoy es encomiástico y dedicado a un futbolista que ha reaparecido en público para rememorar la gesta de Eindhoven que puso en órbita a un club que llevaba casi sesenta años sin comerse una rosca. El equipo, el Sevilla; el futbolista, Kanouté.

Fredéric Kanouté, francés que jamás renunció a sus ancestros africanos, jugó su primer partido de sevillista compartiendo el último de Sergio Ramos. Un Sevilla-Racing en Nervión resuelto con gol de Kepa. Aquel verano de 2005 en que el club celebraba su Centenario fue en el que José María del Nido puso los cimientos para el gran Sevilla. Con el dinero de las ventas de Julio Baptista y Sergio Ramos llegó un puñado de futbolistas entre los que figuraba nuestro hombre.

Palop, Maresca, Luis Fabiano, Saviola, Kanouté, Dragutinovic tras irse Ramos fueron las novedades junto a Juande Ramos, que le ganó la partida a Javier Aguirre en el pulso por el banquillo sevillista. Y quiero recordar cómo un hombre de fútbol de cuyo nombre no voy a dar una sola pista me confesó que Kanouté era una equivocación de Monchi. "Es un gigante descoordinado, muy torpe por abajo y con buen juego aéreo. No creo que le sirva al Sevilla", me dijo sin pestañear.

Y la verdad es que el Tottenham estaba deseando desprenderse de él, lo que aprovechó Monchi para comprarlo a buen precio, seis millones de euros. La primera vez que lo vi fue en Villarreal, falló un penalti y dos o tres ocasiones muy claras de gol. Y debió ser como lo de los gitanos que no quieren a sus hijos con buenos principios, pues a nadie se le olvidará que el maliense gigante ha sido de los futbolistas más importantes, si no el que más, de la historia del Sevilla.