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Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Leer a Cernuda

El feísmo y la banalización del odio en el Orgullo no cuadran con el legado del poeta del 27

Leer a Cernuda. Me alegró y me sorprendió leer esta pancarta en la manifestación del Orgullo en Madrid. El consejo es magnífico, yo lo cumplo a rajatabla de forma ininterrumpida desde hace 45 años. La realidad y el deseo, edición mexicana del Fondo de Cultura Económica, me la regalé el 7 de mayo de 1976. El día que cumplía 19 años. Y Ocnos está siempre en mi mesita de noche. No sé cuántas veces regalé ese libro. El primero lo compré en la librería de Antonio Machado el verano de 1977. Fue la primera vez que hablé con Alfonso Guerra, en su faceta de librero. Muchos años después utilizó unos versos del poeta sevillano para titular el primer volumen de sus memorias: Cuando el tiempo nos alcanza…

Antes de que el tiempo nos alcanzara en esa prueba de atletismo físico y metafísico, a todos nos pasaba como al poeta en su evocación del estío: "Alado casi, como un dios, ibas al encuentro de la jornada". La realidad y el deseo es un compendio de cultura general, libro de libros por el que aparecen Góngora y Quevedo, Galdós, Mozart, Dostoievski, el propio poeta, "y yo, este Luis Cernuda / incógnito, que dura/ tan sólo un breve espacio/ de amor esperanzado".

Leer a Cernuda. Al poeta que jamás ocultó su homosexualidad se le frivoliza con ese reduccionismo. No le agradaría cómo en los mensajes se banalizaba la palabra odio, usada hasta la extenuación en los discursos. "Enigma al trasluz, / pues va entre gente solo, / es amor con odio / el andaluz". El odio es inseparable del amor. Tampoco se identificaría con la cacharrería y el feísmo impúdico. "Dime, hermosura / por qué tu luz se mustia".

Sufrió por rojo y maricón, nada menos que todo un hombre, pero jamás cayó en el martirologio de estos tiempos de cruzados mágicos que quieren satanizar el pasado en pos de un futuro beatífico. Nada más emotivo y menos sectario que su poema 1936, relato de un encuentro en 1961, dos años antes de su muerte, con un combatiente de la Brigada Lincoln: "Que aquella causa aparezca perdida, / nada importa; / que tantos otros, pretendiendo fe en ella / sólo atendieron a ellos mismos, / importa menos. / Lo que importa y nos basta es la fe de uno".

Muere en lo que fue Nueva España, en la casa mexicana de Concha Méndez, y dedica a Hernán Cortés su poema Quetzalcóatl. "Pisando tierra nueva, de la mano el destino / me llevó llanamente al hombre designado / para la hazaña: aquel Cortés, demonio o ángel, / como queráis, para mí sólo un hombre / tal manda Dios, apasionado y duro…".

Mariano José de Larra se pegó un tiro cuando sólo tenía 27 años. Cernuda le hace un responso de violetas. "Mira las calles viejas por donde fuiste errante, / el farol azulado que te guiara, carne yerta/ al regresar del baile o del sucio periódico…". El poema es una crónica, "la tierra ha sido medida por los hombres, / con sus casas estrechas y matrimonios sórdidos,/ su venenosa opinión pública y sus revoluciones / más crueles e injustas que las leyes". Al poeta le hubiera chocado esa elección de Isabel Pantoja como Lilí Marlen del Orgullo, Verstringe de la tonadilla reciclada en musa arcoíris.

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