Punto final a la primera vuelta y las sensaciones son dispares en cuanto toca al fútbol según Sevilla, pues si por Nervión se constata que el objetivo está en camino de cumplirse una vez más, por Heliópolis no salen las cuentas. El objetivo real, no los utópicos, se ven más que posibles en la acera blanca, pues la distancia con el quinto da pie a pensar con optimismo, aunque se echa de menos aquel carácter de fortín que tenía el coliseo de Dato.

Su buena trayectoria como visitante no se ha visto respaldada en su papel de anfitrión. Han sido demasiados los puntos que volaron y aunque la causa principal se cifra en el poco daño que el equipo hace en el área rival, no deberíamos obviar que tampoco se caracteriza por la creatividad. El Sevilla ha conformado un equipo de cíclopes que tiene en Diego Carlos a su buque insignia, pero en el que se echa de menos ciertas dosis de imaginación para desarbolar rivales.

Se acentúa esto en casa, que es cuando llevar la iniciativa se hace imprescindible. Lo último fue regalarle todo el primer tiempo al Athletic mediante la tarugada de alicortar al equipo con un diestro que, a babor, iba como cuesta arriba. Pero el objetivo está dentro de los cauces previstos, lo que no puede decirse igual en el Betis aunque haya reconducido las cosas recientemente. Y en Vitoria, como antes en Cornellá, el Betis se dejó dos puntos de manera difícil de comprender.

Habitualmente, las concesiones en defensa condenan al equipo, pero en Mendizorroza fueron los desaciertos en ataque los que le dejaron con la miel en los labios. Los goles que pudieron ser y no fueron de Fekir y de Joaquín, clamorosa la ocasión de éste en la segunda parte, condenaron a un Betis que, además, suele sentirse bastante desprotegido por los árbitros. En fin que se acabó la primera vuelta, que el Sevilla se encamina al objetivo y que no sé si al Betis le saldrán las cuentas.