La lluvia en Sevilla

Manual de resistencia

La Pastora o La Grande tienen aire de verbena, y me hacen imaginar lugares que no conocí

A quienes nos quedamos en Sevilla en verano, el Ayuntamiento tendría que condecorarnos y hacernos desfilar, ya entrado septiembre, como héroes y entre vítores por la Avenida de la Constitución. Tenemos mérito", decía mi amigo Pepe, que era del norte y aquí pasaba en los veranos muchas fatiguitas. Dirán que exagera, a lo que les diré que las gentes de Sevilla tenemos los hábitos, la dieta, el ánimo y los cuerpos hechos al calor. Pepe tardó exactamente una indigestión en entender que, en julio, no podía cenar figones con una botella de Toro, que las siestas no son un capricho y que alquilarse un último piso "muy luminoso" era una pésima idea. En estos días lentos del verano, me detengo a observar cómo habitamos la ciudad, no como lugar en el que siempre tenemos cosas que hacer (papeleos, compras, trabajo…), sino como ámbito de esparcimiento, como espacio de veraneo de quienes eligen, o no tienen más remedio, que quedarse en Sevilla.

Este año lo tenemos bien duro, entre los escasos y tardíos toldos y el cierre nocturno de los parques, que tanto fresco y olor a dama de noche nos han procurado desde Alcosa al Alamillo. Sí que resisten algunos cines de verano; cada atardecer la vida se agita en la entrada de la Diputación. También el 21 grados, el ciclo ya clásico del Cicus. Y esperamos, como cada año, el Nocturama. Para disfrutar de buenas puestas de sol no hace falta amontonarse en Los Caños; las tenemos espectaculares sobre las torres de Plaza de España. Para ver el espectáculo del azul eléctrico del cielo de después, hasta llegar a noche cerrada, recomiendo el paseo llamado de Juan Carlos I, junto al río. A esa hora el ambiente se pone oriental, entre juncos, sombras y sonidos de bichos crepusculares. Pero lo que de veras me entusiasma -y demuestra las grandes dotes sevillanas en resistencia estival- son los establecimientos al aire libre y de buenas dimensiones, como La Grande de López de Gómara (con tilde), o esa fantasía hecha freidor de nombre La Pastora. Son lugares que tienen aire de verbena, y que me hacen imaginarme otros que no conocí, como la cervecería Baturones o Eritaña, de los que tanto me han hablado. También dan aire de verano a la ciudad lo que yo llamo "el paseo marítimo" (en cada barrio hay uno o varios), que son esos bares seguidos unos tras otros, que ya por fin no interrumpen, o no tanto, el tránsito de los viandantes porque les han ganado territorio a los coches. Son animosos y con gambas, como en la costa. Incluso en algunos despachan copas largas. Adscrita al equipo de "Quien no se consuela es porque no quiere", resisto como muchos de ustedes, con cierto gusto, al verano de Sevilla. Lo que no me quita de suscribir la idea del amigo Pepe: que nos condecoren.

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