La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Lo dejamos ya para después de Navidad
El mensaje, desde el otro lado del charco, me dejó el corazón helado. Sin previo aviso, la muerte se llevó por delante a uno de los hombres más visionarios que he conocido, un auténtico gurú en el mundo de la comunicación digital, un genio. Se llamaba Mario Tascón y era mi amigo. El tipo más amable, generoso y creativo con el que me he cruzado. Curioso de nacimiento, analista meticuloso, torbellino único de ideas y proyectos , a cual más avanzado e increíble. Nos conocimos a finales de los 90 en unas jornadas sobre el futuro de los Medios, en la Universidad Carlos III, de Madrid. Los asistentes alucinábamos cuando le oíamos afirmar, rotundo, que a los periódicos de papel les quedaba un telediario, y que una cosa que se llamaba internet iba a revolucionar drásticamente la manera de comunicarnos. Acertó, y de largo. Harto de trabajar para otros montó Prodigioso Volcán, una consultora especializada en comunicación digital que pronto empezó a erupcionar, y de qué manera. En poco más de una década se convirtió en todo un referente internacional. Un mundo, el de la comunicación, en el que Mario se atrevió a tocar, con maestría reconocida, todos los palos y todas las teclas. Siempre en movimiento, entre sus últimas ideas: una librería única, El libro imposible, que montó en Ponferrada, su pueblo. Y es que los libros, junto con los periódicos antiguos y el coleccionismo de las cosas más raras y curiosas, eran algunas de sus pasiones. Años después de nuestro primer encuentro le llamamos desde la Agencia Efe para que, junto con sus primeros “prodigiosos” (los colegas del Volcán), nos enseñaran de qué iba eso que se empezaba a llamar “las redes” y su importancia en la producción y difusión de contenidos informativos. Gracias a él cambiamos nuestra perspectiva sobre el mundo digital que se nos venía encima y vimos la necesidad –urgente– de prepararnos adecuadamente para afrontarlo. La última vez que hablamos, me convenció para que le echara una mano. Consciente de la dimensión que iba tomando su empresa, quería que les ayudará a pensar en su transformación de grupo-de- amigos-chiflados- por-lo-digital, a empresa de comunicación bien estructurada con la que abordar el futuro con solvencia. Hicimos lo que pudimos. Lo mejor: la suerte de trabajar un ratito al lado de uno de los tipos más entrañables y sabios que he conocido. Hoy, el recuerdo ahoga la pena. Querido Mario, te has ido demasiado pronto. Con el hueco insustituible que les dejas, te alegrará saber que tus prodigiosos mantienen el Volcán en erupción. Ya ves: la pura fuerza de tu memoria.
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