Mayo, amarillo y lila

En verano algunas viejas con hábito morado se sentaban en tertulia, por aquello de la fresca

Un lema muy divertido, que viene en una camiseta que suelo comprarme de nuevo cuando se gasta, dice lo siguiente: Por favor, no me cuente su vida. Todo un aviso para pelmazos ocasionales o curtidos, entre los que sin duda me incluyo. Porque, si me lo permiten, voy a contarles mi vida o, al menos, el color del que se tiñe mi vida cuando llega mayo. Puede que les resulte escalofriante la confidencia. Pero igual más de uno o de una comparte conmigo que el color de mayo es el amarillo y el lila. Amarillo de las tipuanas. Lila de las jacarandas. En mayo es cuando estos árboles de la primavera tardona de Sevilla alcanzan su punto de flor, como las muchachas de Proust.

Cada cual tiene sus querencias, querencias que son obsesiones, obsesiones que son, al fin y al cabo, filtros de memoria, gelatina en sueños y dejos de fantasmagoría varia. El amarillo de las tipuanas y el lila de las jacarandas los asocio, no sé por qué, al recuerdo de aquellas señoras de pueblo que, durante todo el día, vestían hábitos de promesa de color morado. Llevaban también un cíngulo amarillo plátano en la cintura. Quizá no fueran sólo señoras de pueblo. Y tal vez no eran sólo mujeres y no sólo viejas, sino que habría algunos hombres también. Incluso es probable que hubiera mujeres con hábito de promesa en la ciudad de camino al Gran Poder.

Yo las recuerdo de niño, sobre todo en los pueblos, como los de la campiña sevillana, cuando todavía no existía la A-92 y los coches tenían que pasar por la carreteruela que atravesaba el interior de las poblaciones que, ya desde lejos, cobraban forma con sus altos silos. En verano algunas viejas con hábito morado se sentaban en tertulia, por aquello de la fresca, en las puertas de sus casas. A veces, mientras pasaban los coches a lenta velocidad, se quedaban mirando a quienes íbamos dentro. Quizá ahí incubé, para siempre, el recuerdo de estos hábitos de promesa. Debían vestirlos en agradecimiento a los santos por algún ruego o petición cumplidos.

Así que esto resulta ser mayo para mí o, al menos, así es el color de mayo con el que me he saltado el lema de mi propia camiseta. En el catálogo de árboles singulares editado por el Ayuntamiento aparecen las tipuanas del Parque de Los Príncipes, la enorme tipuana de la calle Monzón (paralela a la Avenida de Reina Mercedes) y las jacarandas de La Pasarela. De entre las jacarandas, aunque no sean singulares, echo de menos muchas otras en el catálogo, como las de la calle Luis Montoto o las de los bajos de las Naves del Barranco. Me resultan muy íntimas en mis paseos. Pero no les daré otra paliza añadida.

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