Resulta descorazonador, pero es que a mí me recuerda el aún hoy inquilino de la Moncloa al nuevo rico que le metía el nuevo haiga por los ojos al que fue su vecindario. También a aquellos españoles que emigraron en busca de trabajo y que en vacaciones volvían al pueblo en un espectacular Mercedes comprado en el mercado de ocasión alemán, tan proclive a la ganga motorizada. Eso es lo que me recuerda el todavía presidente de un Gobierno impulsado a golpe de rectificación y de decreto. Ir a un concierto a Benicásim en el Falcon con su Begoña del alma, tan encantada de haberse conocido, o a la boda de un cuñado de Logroño en el helicóptero es una clonación de nuevo rico o de obrero que vuelve de la emigración contando cómo se atan allí los perros con longaniza. A ver cuándo es la próxima excursión, el último alarde de este cateto que nos maneja.