Quizás el adjetivo más adecuado para la situación sea el de desbocados. Mientras actúa con celo el lógico sentido inquisidor que escudriña rincones a la caza y captura de reuniones masivas y de botellonas de todo tipo, el personal que obra con mascarilla pero a cara descubierta se ha desbocado. Sólo hay que darle un vistazo a los fines de semana para darse cuenta de cómo está la cosa, de cuan complicado resulta encontrar plaza en cualquier comedero que se precie... y que no se precie. Las voces que critican tal estado de cosas braman por el peligro que suponen los contactos ante un enemigo tan invisible como tremendamente peligroso y eficaz. Pero resulta muy complicado que el personal acceda a una estabulación que se eterniza, no comprende las razones por las que el peligro del bichito se acentúa según a qué hora y se desboca; conque Dios nos coja confesados.
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