'Naranjito' en Sevilla

En su partido contra Nueva Zelanda, los brasileños hicieron bailar una cometa sobre el césped del Villamarín

El Mundial de Inglaterra de 1966 irrita al sobrio aficionado ultra, siempre molesto con los aderezos pueriles que no añaden nada al deporte donde el pie inflige su gran victoria sobre la cabeza. Fue en el país inventor del fútbol donde apareció un león como primera mascota mundialista. En Qatar la mascota de ocasión se llama La'eeb. Tiene forma de turbante (la ghutra blanca con dogal negro), pero parece no más que un tornadizo fantasmilla.

En la ceremonia de Qatar 2022 se rindió homenaje a todas las mascotas de pretéritos Mundiales. Y ahí apareció Naranjito, la del Mundial de España 1982, creada en Sevilla por los publicistas María Dolores Salto y José María Martín Pacheco. El fantasmilla La'eeb nos ha puesto frente al otro gran fantasma de siempre: el paso del tiempo. El tristón de turno -no señalen a quien esto escribe- dirá que el zumo de Naranjito le resulta hoy amargo. Pues no. A quienes nos gusta el fútbol nos reconcilia con la calidez de la vida. Los días de Naranjito en Sevilla los vivió uno con la intensidad del niño que iba deformándose hacia lo truculento: la adolescencia. Nuestro hermano siamés fue el niño Víctor Puente, el chaval que en la inauguración de España 82 en el Camp Nou salió al césped con un balón bajo el brazo. Ataviado con la indumentaria de la selección española, abrió la pelota en el centro del campo. De dentro echó a volar una paloma blanca, mientras sobre el césped se dibujaba otra paloma picassiana. Más o menos a esa hora, en Rentería, ETA mataba a un joven guardia civil. Pero este detalle lo supo uno el día de después de la infancia.

Asocio el Mundial de España con imágenes invioladas. En una de ellas los acalorados hinchas escoceses se bañan con sus faldas en la precaria fuente de Reina Mercedes. Vivió uno en el Sánchez-Pizjuán, entre la torcida brasileña (desde entonces la samba forma parte de una pesadilla), el histórico robo del Brasil de Zico, Eder, Falcao y Sócrates a los soviéticos de la CCCP por parte del árbitro Lamo Castillo. Los años no han borrado aquel latrocinio. El Brasil-Italia disputado en Sarriá está considerado como un icono de fiesta en la historia de los Mundiales. El vibrante envite de semifinales entre Francia y Alemania -disputado también en Nervión- lo vivió uno pegado esta vez a la tele con pegamento Loctite (aquel lance homicida de Schumacher que fulminó a Battiston para catástrofe total de los franceses). En su partido contra Nueva Zelanda, los brasileños hicieron bailar una cometa sobre el césped del Villamarín. Por eso, pese a tanto sinsabor, el zumo de Naranjito no nos resulta agrio hoy.

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