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Charo Ramos

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Okwui Enwezor

El comisario nigeriano avanzó en la Biacs de Sevilla algunas de las tesis que desarrollaría luego en la Bienal de Venecia

En el obituario que The New York Times dedica al comisario, poeta y profesor Okwui Enwezor se incluye la relación de ciudades y museos que cimentaron su fama y escuece que falte Sevilla. Así ocurre en tantas necrológicas que recuerdan que el nigeriano formado en Estados Unidos fue el único comisario africano de las dos citas referenciales del arte contemporáneo: la Documenta de Kassel y la Bienal de Venecia. Enwezor fue muchas cosas más antes de fallecer la semana pasada a los 55 años, los últimos tres batallando con el cáncer y lidiando con el Haus der Kunst de Múnich, museo cuya dirección artística asumió en 2011 y del que fue animado a marcharse en 2018 cuando lo lógico hubiera sido una baja por enfermedad, pero esa es otra historia. Elegante, culto y obsesivo, para nosotros él fue el comisario de la Biacs2 de Sevilla, de la que probablemente recuerden su lema, Lo desacogedor. Escenas fantasmas en la sociedad global.

Reviso el catálogo de aquella edición de 2006 y la selección de los 91 artistas, de ellos siete españoles como el sevillano Miki Leal, Lara Almarcegui, Jacobo Castellano y el recordado Pepe Espaliú. Enwezor nos sorprendió en el CAAC y sobre todo en las Reales Atarazanas confrontando a gran escala obras de autores consagrados (como Gerhard Richter, Thomas Ruff o Harun Farocki) con otras de figuras entonces desconocidas. Defendía que en una exposición son tan importantes las piezas que se muestran como el rigor conceptual del discurso que se presenta al público y él, que sufrió en su infancia la guerra de Biafra, quiso hablar de desarraigo, violencia y soledad. En Sevilla avanzó algunas de las tesis que desarrolló en la Bienal de Venecia de 2015, donde reivindicó a tantos artistas africanos y asiáticos evitando el paternalismo. Trató de exaltar sus hallazgos, su libertad e insolencia, así como su crítica a la explotación a que eran sometidos por los nuevos poderes: la tecnología, el petróleo, el terrorismo yihadista...

La compleja relación que Sevilla mantuvo con la Biacs hasta su desaparición en el torbellino de las críticas y las deudas no puede hacernos olvidar el revulsivo que supuso para la mirada en una ciudad poco permeable a los discursos contemporáneos, así como la cantidad de obra específica que generó y los nombres que debutaron aquí gracias a ella. Sevilla se apeó del vagón de la Bienal cuando viajaba en Preferente y aún estamos pagando esa desconexión. Si al menos nos hubiera quedado un archivo memorioso de aquellos días hoy podríamos gritar a los cuatro vientos que Okwui Enwezor también trabajó en Sevilla y desde aquí plasmó su visión oscura y nómada del mundo posterior al 11-S, que es aún el nuestro.

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