Desde el día de San Antonio del año 2000, partido del debut de España en la Eurocopa aquella, nuestra selección no pierde con Noruega. Una mala salida por alto de Molina permitió que el gigantón Iversen cabecease a la red y ese testarazo sacaría para siempre al entonces guardameta del Atleti del equipo nacional. Casi veinte años sin que Noruega nos hiciese hincar la rodilla y digo que ¿por qué va a hacerlo esta noche en Oslo?

El ritmo de España en esta fase de grupos es inequívocamente de favorita. Con Suecia a siete puntos y Rumanía a ocho, la posición de los nuestros no sólo da mucho pie al optimismo sino que impele a afrontar el futuro con bien. No toda tranquilidad, que de eso no suele despacharse en fútbol, pero sí da para embocar sin grandes sobresaltos esta excursión por Escandinavia que se remata el martes en el área metropolitana de Estocolmo, concretamente en la localidad de Solna.

Seis partidos, dieciocho puntos, a ver quién da más y ya los noruegos cayeron en primavera en territorio español. Y pasa que el martes ya podría saltar España a la yerba sueca con el billete expendido para la fase final. Son cuestiones que tienen mucho de alfombra roja si no fuese porque hasta el rabo hay toro. Y volvemos a aquel gol de Iversen en Rotterdam como único punto negro de nuestra historia con los noruegos en un partido que dirigió el nefando egipcio Al Ghandour.

Ítem más, las sensaciones. Han sido tan positivas que nada malo hace presagiar en este caminar hacia la itinerante Eurocopa del próximo año. Aunque puede parecer que sean ganas de tocar los costados, la mayor preocupación que posiblemente sobrevuela el nido español sea ir a San Mamés. El papel de local quedaría indudablemente difuminado y eso habrá que tenerlo en cuenta. Pero centrémonos en lo de esta noche en el Ullevaal Stadion de Oslo, que es lo que importa.