Azul Klein

Charo Ramos

chramos@grupojoly.com

Otoño en Baños

Cuando las autoridades se centran en bares y tablaos olvidan que el ocio también es comprar fruta en tu barrio

Granadas, uvas, chirimoyas, melocotones, peras. Las fruterías de barrio son una delicia a estas alturas del otoño y los primeros fríos y lluvias le sientan especialmente bien al cesto de la compra. Tengo la suerte de vivir cerca de una de las mejores fruterías de Sevilla, la de Faustino, y he visto con orgullo cómo los vecinos y clientes han seguido apostando por él en lo más duro del verano, cuando el ejército de excavadoras que ha puesto patas arriba la calle Baños levantaba vallas y barreras frente a la mayoría de comercios, desde la tienda de desavíos a la pescadería de la esquina con Martínez Montañés. Cada cliente que ha dado un rodeo en la calle sin sombra de mediados de agosto y septiembre para comprar medio melón o un kilo de berenjenas mientras los albañiles y obreros lo obligaban a salir de Baños para coger por Pascual de Gayangos ha sido, sin saberlo, un héroe de barrio. Mi suegra solía decir que la calle Baños era la galería comercial más animada de Sevilla y esperemos que siga siendo así y que la nueva solería de colores no sea la excusa para llenar de veladores y ruido la vía peatonalizada. Varios amigos míos, entre ellos algún eximio crítico de este periódico, han abandonado este verano el entorno de la calle Baños por la subida abusiva del precio de los alquileres o la puesta en venta de las viviendas donde residían para hacer apartamentos y hoteles. Es inevitable que el paisaje urbano cambie por la presión de los nuevos usos turísticos pero convendría tomar medidas para que esta arteria que conecta Torneo con la Gavidia no acabe siendo una extensión ruidosa de la saturada Alameda de Hércules y mantenga su carácter como referente de los buenos servicios que encontraron siempre cabida en el barrio de San Lorenzo porque la calle, la acera y sus comercios hacen la ciudad.

Cuando las autoridades piensan en la oferta sevillana de ocio parecen centrarse en bares, teatros y tablaos. Sin embargo, el ocio es también la conversación en la que tu frutero te dice que octubre es uno de los mejores meses para comprar fruta y te regala un par de recetas, ese momento en que el bar de la esquina comienza a preparar salsa de castañas para acompañar las carnes horneadas, la pescadera que le pregunta a la empleada latinoamericana cómo está su familia o esa señora mayor que te cuenta que tiene que desplazarse media hora para poder nadar porque la única piscina del centro está saturada y que no estaría de más que en la Gavidia, en vez de tantos hoteles, pensaran un poco en ofrecer soluciones para una población residente que envejece mientras los más jóvenes se mudan al Aljarafe para que sus niños puedan tener un cuarto propio.

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