LOS docentes de la enseñanza obligatoria disfrutan de puente al celebrar ayer la festividad del maestro. Confío en el espíritu del 28-F para que reflexionen con tranquilidad qué pueden hacer para levantar Andalucía que no hayan hecho hasta ahora.

Esta semana han sido noticia por comenzar el martes las clases una hora más tarde, en protesta contra la ampliación del curso en septiembre. Estoy de acuerdo con ellos en la necesidad de cubrir con rapidez las bajas docentes, reducir los alumnos por aula, aumentar los refuerzos por necesidades educativas especiales, y remediar la falta de equipamientos de muchos centros que se han quedado viejos. Pero, en el caso de que se lograra todo eso, ¿cómo iban a justificar que no se ampliara el calendario escolar y nos emparejáramos a las regiones de España y Europa en las que se imparten más días de clase?

Necesitamos tanto calidad como cantidad. Y erradicar que septiembre sea casi inhábil para los alumnos. No podemos endosarle a los profesores la responsabilidad de arreglar ellos solos todos los males endémicos de Andalucía. Pero su concurso es trascendental para cambiar de raíz la equivocada dinámica de la sociedad andaluza, convertida en cigarra que se ha mofado de las hormigas, y ahora con la crisis llora sus ruinas e incapacidades. La clase política que les ha dejado sin autoridad en el aula es sólo un reflejo de ella.

Sugiero a los profesores que no le quiten con paros ni una hora de clase a los alumnos. Piensen en sus hijos. Aprovechen los recreos para montar caceroladas, colapsen la centralita de Torretriana, inunden Andalucía de correos electrónicos, rebélense contra la ocultación del fracaso escolar. Pero no la paguen con los niños. Cambien el chip. Si aún quieren luchar por una Andalucía de primera en la que sus hijos prosperen de verdad, no se comporten con ellos como el poder les trata a ustedes. Reivindiquen también la ampliación del calendario. Se ganarán la estima de muchos padres. La necesitan a raudales.