La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Plaza del alma del pueblo

La Basílica es la plaza del alma del pueblo de Sevilla. Todos los días, todos los viernes y desde el sábado hasta hoy

Qué claro queda en la Basílica todos los días, todos los viernes y sobre todo desde el pasado sábado hasta hoy por qué el Gran Poder es quien es. Es así desde que salió del taller de quién debería ser declarado como mínimo siervo de Dios por haberlo esculpido. ¿Cuánto bien no ha hecho a lo largo de 424 años? Ya en 1694, cuando la Hermandad planeó hacerse con una capilla en el convento de los Trinitarios Descalzos, puso como condición, dada la afluencia de devotos, que tuviera acceso propio abierto todos los días del año por las mañanas y los de cuaresma hasta la puesta del sol. Lo demás, desde el beso al talón que en 1778 ya hubo de restaurarse a causa del desgaste, las prédicas del beato Diego de Cádiz y la novena a finales del siglo XVIII, hasta el imparable agigantarse de su devoción desde el XIX, es sabido.

El Gran Poder partió en dos la historia de la hermandad que lo encargó –siendo la misma, una es la que va de 1431 a 1620 y otra la que va de entonces a hoy– moldeándola a la medida de su exigencia. Bien lo vio Chaves Nogales cuando definió su capilla como creada por la Hermandad y vivificada por el sentimiento popular. La Hermandad cuida la imagen y el culto del Señor ejemplarmente, ofreciéndolo a los devotos en su Basílica nueve horas todos los días y doce los viernes, con seis misas diarias. Y los devotos la vivifican. Como dijo quien fue su Hermano Mayor, Félix Ríos, “la imagen del Gran Poder eclipsa lo que le rodea, incluida a su propia Hermandad, que ha sido siempre consciente de que la devoción al Señor la trasciende y es patrimonio singularísimo del pueblo sevillano”.

Pone las cosas en su sitio el Señor. Siempre. Y de forma especial en su besamanos. Solo Él puede desafiar tres días de Semana Santa –25 cofradías y 53 pasos en las calles: no este año, por desgracia– sin que deje de serpentear la cola por la plaza, dejen de pasar devotos ante Él y dejen de llenar los bancos para conversar con Él en esa plaza del alma del pueblo de Sevilla que es la Basílica. Hermosa y emocionante –pese a todo, pese a tantos– es la Semana Santa. Pero si lo que se ve en la calle no son los frutos de un árbol que tiene sus raíces en la devoción personal a las sagradas imágenes, toda su hermosura y su emoción se corrompe como un cuerpo cuyo corazón se parara. Es la lección que da el Gran Poder estos días de silente, devoto, emocionante y emocionado besamanos.

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