Fue un golpe de efecto encaminado a reactivar la ilusión de una afición cansada de gritarle al palco el "otro año igual". Estábamos a sólo un mes de que se produjese el gran apagón en una ciudad que había vivido persiguiendo el gran señuelo que fue la Expo y en este caluroso domingo del 13 de septiembre del 92, Diego Armando Maradona aparecía en San Pablo en carne mortal ante los ojos de un sevillismo que no cabía en sí de gozo.

El próximo jueves emite Movistar el último Informe Robinson y el argumento es el de la estancia de Maradona en Sevilla como jugador del Sevilla. Será una pieza de culto para sevillistas, aunque no pueda decirse que el papel desarrollado por el Pelusa bajo el estandarte blanco fuese exitoso. Ahora bien, jamás unas negociaciones como las de Luis Cuervas con Corrado Ferlaino tuvieron un seguimiento semejante, ya que se trató de una comunicación como de minuto y resultado.

Contactos tan seguidos que mi periódico entonces, Diario 16 Andalucía, mandó a Francisco José Ortega a Nápoles para que informase del contacto que iban a protagonizar Rosendo Cabezas y el vicepresidente José Álvarez con el complicado presidente partenopeo. Cerrado el acuerdo sólo a falta del plácet de FIFA, la llegada a Sevilla del Astro fue un acontecimiento multiplicado con su presencia en el palco de Nervión durante un Sevilla-Deportivo, 1-3 en el marcador.

Debutó en San Mamés para ser objetivo a cazar por Urrutia y compañía, una actuación estelar frente al Madrid, rumores no siempre positivos para su figura, entrenamientos a la carta, dientes de sierra con Bilardo para acabar abruptamente la relación y huida de Sevilla con nocturnidad antes de que la Liga acabase en Gijón. Y se repitió el "otro año igual", pero con Informe Robinson recordaremos lo que fue aquella 92-93 en que vistió de blanco el Rey de los Futbolistas.