Ronda Pío XII y José Díaz

ES frágil la memoria histórica sobre el tráfico rodado en las calles de Sevilla. La calle Feria fue de doble sentido. Y la calle San Jacinto. Y otras muchas vías que vehiculan la vida de la ciudad, aunque hoy nos parezca inverosímil a tenor del tráfico y de la doble fila. Toda ciudad, en su crecimiento, se plantea convertir más calles en arterias de sentido único para garantizar su fluidez. La clave del asunto, para hacerlo bien, es cómo resolverle la vida a quien le endosan la dirección contraria o la circulación desviada. A mi juicio, es aquí donde debe centrarse el debate sobre la remodelación del tráfico en la llamada ronda histórica, que en verdad es una suma de calles de anchura diversa por desgracia.

Lo bien o mal que se haga esta transformación supone oportunidades y cambios históricos en algunos barrios. Muralla queda poca en pie, pero la hay enorme en el subconsciente colectivo de los sevillanos. La gente ya considera parte del centro a calles extramuros como Amador de los Ríos, José Laguillo, Juan Antonio Cavestany y Gonzalo Bilbao, las ha normalizado cuando no puede circular de otro modo entre Puerta Carmona y Puerta Osario y, en puridad, da un rodeo. ¿Por qué? Porque transita por vías en las que hay muchos comercios, así como bloques de pisos bien reputados en la conexión entre el casco antiguo y el centro nuevo (Nervión). Sin embargo, lo que más difícil asimilarán muchos ciudadanos es para qué puñetas han de pasar por Pío XII o por José Díaz, si es una Sevilla en la que nada se les ha perdido y no van a detenerse.

Probablemente, dentro de diez o quince años, llamemos ronda histórica o ronda del centro a la que une los nombres de un Papa y de un líder comunista cuya historia es la de trincheras opuestas y rotularán la anexión a la centralidad de Sevilla (con nuevos comercios, restaurantes, supermercados y pisos) de una parte del distrito Macarena que hoy está más lejos sociológicamente que geográficamente en el sentir de la ciudad.