Olvidar Granada y ensimismarse en lo de esta noche en Lyon. He ahí la cuestión para no perder comba y embocar un nuevo año con los lujosos ropajes del primer torneo mundial interclubes. La Champions como señuelo para multiplicarse aunque un fracaso conllevaría la posibilidad de optar por su torneo, léase esa Liga Europa que tantas satisfacciones le ha proporcionado desde aquella noche de Eindhoven hace un decenio.

La huella juventina ha sido muy honda y dolorosa en Nervión, ya que de tener la primera plaza en la mano, esta noche puede perderse hasta la segunda. Pero este Sevilla del que dicen, y decimos, que nunca se rinde tiene capacidad sobrada para no caer en Lyon por más de un gol. Aquel tanto de Ben Yedder en los albores de la competición fue tan fundamental como el póquer logrado ante los croatas del Dinamo hace un mes, ergo la posibilidad de éxito es considerable.

Los antecedentes del afrancesado Sevilla en Francia no dan para demasiado optimismo, pero está tan bajo el listón que la continuidad en Champions es más que probable. La capital de la Galia debe escenificar el pase del equipo sevillista para tener sitio en el bombo suizo y plantarse en los octavos de final. Y para eso es clave pasar página respecto a la cita del pasado sábado en Los Cármenes. Se ha dicho con razón que Sampaoli no se dejó nada atrás, pero sí el equipo.

El técnico no pensó en Lyon, pero sí pareció hacerlo la tropa, que se mostró como en tres cilindros, como si todo lo dejase para la crucial cita de esta noche. Y es que lo de esta noche es para afrontarlo como si no hubiese nada tras ella, como si fuese esta noche la última de sus vidas. Así como París bien vale una misa, para este Sevilla indomable, Lyon merece más de una, incluso de dos. Y no cabe la obsesión de perder por sólo un gol porque las consecuencias serían funestas.