¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Sevilla, ciudad cerrada

Lo que no logró el 23-F en Sevilla lo va a conseguir el coronavirus. A las 10 en casa, como cuando la EGB

Toque de queda suena a golpe de estado. De hecho, la última vez que se decretó en España fue el 23-F, en aquella Valencia con los tanques por la calle Colón y Milans del Bosch intentando convencer al Rey de que el cuartelazo era la solución. Después, cuando ya no había nada que hacer, antes del amanecer, el general se acostó entre los ramos de flores que le habían mandado las señoras de laca y orden. Sevilla se libró del susto, aunque las unidades municionaron y los motores estuvieron al ralentí. Lo que no lograron los alzados, sin embargo, lo está a punto de conseguir el coronavirus, que vuelve a campar a sus anchas por una ciudad que se columpia entre la distopía y la romería. Nada más hay que darse una vuelta por calles y parques: los únicos bares que están vacíos entre semana son los del cogollo de la ciudad, los de guiris sin barra ni sangre encebollada; el resto, los de los barrios de ricos y pobres, los de la sevillanía irredenta, sufren de horror vacui.

Las últimas cifras de contagios y hospitalizaciones han puesto a la capital en la diana. Ya lo ha dicho con arrojo de jabato cordobés el consejero de Salud, Jesús Aguirre, "no me temblará la mano si hay que cerrar Sevilla". La Junta se encargará de apostar a la Guardia Civil en la cuesta de la Pañoleta y el Gobierno central de encerrarnos en nuestras casas a partir de las diez de la noche, como cuando estábamos en la EGB. Nos lo merecemos. O mejor dicho, se lo merecen algunos, pero pagamos todos, como con Hacienda. Hace ya tiempo que tenemos la sensación de participar en una inmensa rifa, esperando el ¡bingo! de la PCR y mirando a los que "lo han tenido" con la envidia de los párvulos a sus amigos escayolados.

A partir del viernes sabremos cuántas trayectorias tendrá la cornada. Mientras tanto, para darle más emoción a la situación, el alcalde Espadas, que se siente fuerte con su reciente beso de la calavera a Ciudadanos, ha puesto en marcha el estado de preemergencia, una figura nueva para nosotros, pero que suena a "que viene el Duque de Alba", la fórmula con la que asustaban a sus retoños los herejes flamencos. Se cerrarán antes los parques de la ciudad, para desgracia de botellistas, paseantes deprimidos, runners y esos fósiles de la homosexualidad que todavían pueblan sus espesuras. También dicen que se clausurarán los bares que, reiteradamente, no cumplan las medidas higiénicas y de distancia social (lo primero se debería quedar para siempre). En fin, que en unos días Sevilla podría ser una ciudad cerrada, como en los tiempos de la cerca almohade. En tal caso no podremos ir a la Sierra a comer las setas que emergerán entre castaños y encinas después de esta borrasca que nos ha refrescado el alma y los alcorques. Un contratiempo, oigan.

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