Nuevo tropiezo del Sevilla a favor de querencia y ante un rival que llegaba a Nervión con la lección bien aprendida, pero que acabó colgado del larguero propio y pidiendo desgañitado la hora. Claro que pudo ser peor, ya que fue el Athletic quien dio primero y que el empate llegó con autogol de Núñez. Pero, sin duda alguna, el peso del partido corrió de parte del Sevilla durante la mayoría del tiempo y en la segunda parte debió darle más.

Había apostado Lopetegui por una alineación como de consenso, muy del gusto de todos, con una sola sorpresa, la de la constatación de que ya Escudero pinta poco en el plantel. Por lo demás, muchos jugones y Ocampos, esa fuerza de la naturaleza desatada que tanto se echó de menos la infausta noche con el Villarreal. Y, sobre todo, agradaban las presencias de Munir en cancha y del holandés De Jong en el banco. Y es que el fútbol también tiene reglas en busca de la lógica.

Y viendo cómo Athletic presiona arriba, la lógica también hubiera aconsejado pone a babor a un zurdo y no a un diestro, Koundé, que iba como cuesta arriba. Y por ahí llega el jarro de agua helada que supone el gol de Capa al cuarto de hora. Todo cuesta arriba para el Sevilla, a empujones logra meter a los leones en su área, pero sin que Simón se vea exigido. Y al descanso se va con desencanto, aunque con la esperanza de que las cosas se encarrilen a poco que se den tres pases seguidos.

Corrige Lopetegui las deficiencias a babor mediante Escudero y el Sevilla es otro. Acorrala a los vascos, empata con gol en propia meta de Núñez y todo es muy distinto. La incógnita es cuándo llegará el gol del triunfo, pues el Athletic se quita de encima al Sevilla sin demasiado éxito. Pero ese gol tan deseado no llega y el Sevilla cosecha un tropiezo más en casa. Y es que la falta de gol de este equipo tan costeado es tan evidente que ganar llevando la iniciativa se le hace complicado.