La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sevilla seguirá, de momento, sin cardenal
Sueños esféricos
UN equipo con trazas de aspirante a ganar la Liga le hace mucho más daño a este Real Madrid menor, cansado, mermado por las lesiones y, tras el gol de Rakitic, absolutamente entregado a su suerte atrás, desnudo y en los brazos de esa mística que ha forjado la leyenda del coloso blanco.
Le falta al Sevilla para inmiscuirse de verdad en esa pelea. Cuando el Madrid se fue por las bravas a por su enésimo canto épico, faltó en los de rojo carácter, cuerpo, valentía, maneras. Llámenlo grandeza, si quieren.
Hace hoy quince años, el Sevilla empezó una admirable singladura lejos de aquí, en Eindhoven. Desde entonces, pocos han crecido lo que él en Europa, por no decir ninguno. Y a medida que va creciendo, los retos que se va planteando son cada vez más complicados, claro. Clasificarse simplemente para Europa le sabe ya a poco, meterse en Champions parece hasta un logro menor por la insultante facilidad con la que lo ha logrado. Y en su singladura, se ha propuesto adquirir el músculo financiero y deportivo para ser una alternativa a los tres de arriba si yerran al mismo tiempo.
La irregular segunda vuelta del Atlético le entreabrió la puerta a lo más grande, a lo impensable, y el propio Sevilla se ha acercado a esa puerta con la cadena de victorias seguidas que enjaretó. Pero cuando ha tenido que cruzar el umbral, le ha faltado.
Un equipo con trazas de campeón, como mostró el Atlético el sábado en el Camp Nou –luego, los rojiblancos la acabarán ganando o no–, le plantea el pulso de verdad al Madrid, le discute la pelota, lo intimida. Realmente, estuvo a punto de ganar con apenas tres llegadas y aupado por el ojo escrutador del VAR. Si no, la inmediata contra que regaló a Benzema, en otro rasgo de equipo aún menor, acaba en 2-1 y fulmina las ilusiones ante ese gigante de blanco como tantas veces.
Más que con el Madrid, el Sevilla se dio de bruces con sus límites.
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