¿Qué Sevilla queremos?

El turismo está desbordado y será difícil contenerlo, pero hay que evitar que la ciudad pierda su idiosincrasia – Oportunidad

Una turista se hace una autofoto en los aledaños de la Catedral.

Una turista se hace una autofoto en los aledaños de la Catedral. / Maria José López · EP

TURISMOFOBIA. Plazas escolares de Educación Infantil sin cubrir en el distrito del Casco Antiguo. Promoción inmobiliaria copada por los edificios para apartamentos turísticos u hoteles. Comercios tradicionales en liquidación. Bares que cambian sus cartas y se despueblan de clientes locales. Proliferación de heladerías o negocios de ventas de bocadillos o cartuchos de jamón. Incremento de las despedidas de solteros de pésimo gusto. Alquileres residenciales inasumibles para las rentas medias. Expulsión de los vecinos a la periferia...

La retahíla de consecuencias negativas de una política municipal volcada en el turismo de los últimos ocho años –por ceñirnos al actual Gobierno municipal del PSOE– no para de crecer en Sevilla. Y todas las citadas –hay más– son de rabiosa actualidad.

A una semana del inicio de la campaña electoral de los comicios municipales el futuro del modelo de ciudad es, a buen seguro, el tema que debería marcarla.

Antonio Muñoz hizo, primero como primer teniente de alcalde y luego como presidente de la Corporación, una apuesta decidida por convertir a Sevilla en un destino de los más solicitados de Europa.

Como política económica ha sido un éxito. La ciudad está llena de franceses, italianos, alemanes o británicos prácticamente durante todo el año. La captación de inversión para hacer hoteles –en su mayoría de las categorías más altas– es un hecho que abruma: sólo de la Puerta de Jerez a las plazas Nueva y San Francisco hay hasta siete nuevos establecimientos abiertos o en proyecto. Y el empleo en el sector servicios no para de crecer. Sevilla fija marcas.

Pero como política de ciudad es más discutible. Escribí en este mismo rincón de papel que la salida del confinamiento y el parón turístico que produjo daban una oportunidad para repensar la política turística. La hubo pero se ha perdido. El turismo está desbordado y será difícil contenerlo. Pero sobre todo afecta a la materia sobre la que había que repensar, evitar convertir Sevilla en una ciudad uniforme más, con un centro despoblado que va cediendo su idiosincrasia al foráneo. Porque eso termina por ahuyentar al turista y sus divisas.

La alternativa al ahora candidato Antonio Muñoz, José Luis Sanz, alcaldable del PP, exagera al hablar de parque temático. Sevilla tiene un casco histórico muy grande en el que aún viven –vivimos– muchos vecinos. Pero la tendencia, lamentablemente, es ésa y la única postura posible es la contención y la regulación de la avalancha turística para no acabar como Praga o Venecia. Es el momento de decidir qué Sevilla queremos. Las urnas se abren en tres semanas.

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